Con qué sueñan los replicantes...
Ambiciosa, profundiza cuestiones que planteaba la original, como la identidad y la inteligencia artificial.
Es, para muchos, la película más esperada, y no sólo de este año. Intriga saber cómo construyeron un futuro más allá del que imaginó Philip K. Dick en Blade Runner. Porque la película de Ridley Scott era más que un emblema. Cambió el paradigma de la ciencia ficción en el cine.
¿Cómo es la Los Angeles de 2049 con respecto a la 2019 de la original? Más tóxica, y los personajes están decididamente más aislados. La realidad virtual es moneda corriente en una ciudad que sigue abarrotada, con una invasión asiática, pero en la que… nieva. Los replicantes, con su fuerza, siguen rompiendo paredes, y se los detecta por reconocimiento ocular.
El protagonista es K (Ryan Gosling), un Blade Runner que tras eliminar a un replicante en una secuencia inicial alucinante, encuentra algo enterrado cerca de un árbol. Sería el cuerpo de una replicante embarazada. Hay una fecha tallada en el árbol (6.10.21) y mucho tiempo (y metraje) para dilucidar qué es, qué significa, qué pasó. Y qué pasará.
La diferencia entre algunos replicantes, portapieles, es que “nunca han visto un milagro”, se dice. Y K, más que buscar un milagro y preguntarse por su propia identidad, va a rastrear a Rick Deckard (Harrison Ford), en busca de respuestas. Hace 30 años que desapareció, cuando se fue con Rachael en el auto (pocos lo saben, pero las tomas aéreas del final de Blade Runner fueron un sobrante de El resplandor de Kubrick).
Y a K lo intriga lo mismo que a los fans durante los últimos 35 años reales: ¿Qué fue de la vida de Deckard?
“Obtuvo lo que quería”, dice un personaje que ya estuvo en la original.
Los replicantes, a los que los Blade Runner deben cazar, no tienen recuerdos. No tuvieron infancia, y lo que creen recordar son implantes. K, diríamos, es un Deckard parco. Nunca sonríe. Bueno, casi como Deckard cuando era más joven.
¿Qué hizo el director Denis Villeneuve? Expandió el universo original, y hasta se permitió, bien al ritmo de estos tiempos (2017, no 1982) profundizar el tema de la identidad, entre la inteligencia artificial y la humana, entre replicantes y seres “ordinarios”. ¿Quiénes somos? es la pregunta filosófica y metafísica.
Lo que no tiene, de lo que carece es de un villano a la altura del que interpretó Rutger Hauer en la original. De un replicante que quisiera vivir, no tener fecha de vencimiento (recordar el fin de la primera: Rachael no lo tenía), porque Wallace (Jared Leto, que vendría a ser el “nuevo” Tyrell, de la corporación que fabrica replicantes) no cumple enteramente con ese rol.
Sí pude vérsela como una secuela que mantiene el matiz, la actitud, el despliegue visual y hasta los tonos musicales (la banda sonora ya no es de Vangelis, sino de Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch). Y como en Dunkerque, la música se confunde con el sonido, creando una ambientación única. Y se incluye un leitmotiv de Pedro y el lobo, de Prokofiev, y a un Sinatra, reforzando el costado retro.
Pero Blade Runner 2049 también es un exponente del neo noir. Es digna como continuación, aunque sea difícil que se sienta que sea mejor, en una comparación que es inevitable.