Blair Witch, dirigida por Adam Wingard, secuela de la película The Blair Witch Project, viene a plantear una historia que se comienza a gestar a partir de un video subido a YouTube. James cree que la mujer que aparece huyendo dentro de esa misteriosa cabaña puede ser su hermana, Heather (protagonista en The Blair Witch Proyect), entonces él y algunos amigos deciden aventurarse en Black Hill Forest para conseguir más información sobre el paradero de esta chica desaparecida hace más de veinte años.
Esta secuela presenta algunos cambios, la cabaña que en la primera película apenas aparecía, aquí toma un protagonismo diferente. Hay un mayor número de personajes y obviamente incorpora nuevas tecnologías, nuevas cámaras y drones, aunque pierde lo que probablemente más atraía de la película original, la ausencia de nitidez en la imagen.
En esta nueva entrega con la incorporación de las nuevas tecnologías se desdibuja un poco el espíritu de falso documental y se extraña ver todo desde la perspectiva de una simple cámara.
The Blair Witch Proyect, como sabemos, jugó antes de su estreno con llevar esta película de estilo “found footage” al nivel de una experiencia real y ese es el mayor problema de este nuevo film, se perdió esta posibilidad de jugar con el hecho de que es una historia que realmente habia pasado. Solo podemos ver un vestigio de lo que fue la sensación causada por la película original y parece un film más de la infinidad de falsos documentales que se comenzaron a realizar después del auge de The Blair Witch Proyect.
La pregunta a hacernos quizás es ¿Había algo más por contar? Blair Witch intenta captar la atmósfera de lo que fue la película independiente original y definitivamente queda a mitad de camino. Al verla queda el sabor de estar viendo una copia mala de lo que fue aquel film, pero era de esperar, no podíamos pretender una película que rompa los estándares del cine de terror como en su momento lo hizo The Blair Witch Proyect, pero tampoco encontramos nada innovador, no nos otorga nada distinto, no hay nada que nos sorprenda, se queda en la comodidad de ser la secuela del film de fines de los noventa pretendiendo así ser una gran obra de terror.
No podemos sacarle todo el mérito, por momentos asusta y nos pone en situaciones de tensión, sobre todo cuando estamos inmersos en la oscuridad del bosque sin más luz que la que da la pequeña linterna que usan los personajes. El problema es que para el espectador que vio la película original, es imposible no compararlas, más aún cuando se esperaba encontrar con una propuesta distinta o algún aporte nuevo de Adam Wingard a lo que había sido la primera entrega.