No fue el primer found footage, menos el primer falso documental; pero El Proyecto Blair Witch fue la que los puso de moda (instalándose definitivamente con Actividad Paranormal).
El film dirigido por la dupla de Daniel Myrick y Eduardo Sanchez fue uno de los grandes sucesos de fines del Siglo XX, una de esas películas que, gusten más o menos, significaron un quiebre en el género. Producida de manera independiente, con poco dinero – en la filmación –, por una dupla de jóvenes estudiantes de cine que habían crecido con propuestas como Holocausto Caníbal. Un paradigma sobre las nuevas formas de realización; pero también, es innegable, un producto de una de las mejores campañas de marketing (y pionera en el uso de una internet en pañales) desde la mencionada cinta de Ruggero Deodato, haciéndonos creer la vivencia de un caso real.
Blair Witch Project estuvo en el centro de mucha fama y muchas polémicas – recordemos la disputa con Alien Abduction y The Last Broadcast –; y siempre se intentó sacarle más jugo del que quizás se podía. Una rápida secuela de concepto más simple y menos valorada de lo que debiera; dos documentales para TV que sirvieron como apoyo de ambos filmes; y una espuma que fue bajando poco a poco, o no tan de a poco.
El misterio que aguarda en el Black Hills Forest está de regreso, diecisiete años después; y el tiempo no fue en vano.
Myrick y Sanchez vuelven a abandonar la silla de directores; lo cual viendo lo que ambos filmaron después de su suceso no es algo realmente malo. El lugar lo toma esta vez Adam Wyngard, uno de esos nombres que hay que tener en cuenta con joyas como You’re Next y The Guest (prefiero no recordar las antologías V/H/S 1 y 2 y ABC Of Death); junto a su habitual guionista Simon Barret. La dupla, como mínimo, prometía clima, tensión, y buen ritmo; y es eso lo que termina potenciando a esta nueva entrega.
La historia pareciera ser pensada para no innovar demasiado, más allá de mostrar más que la original y aclarar algunos tantos. James (James Allen McCune) el hermano de Heather, una de las víctimas originales, continúa en su búsqueda a más de quince años de haber desaparecido. Nuevas pistas lo llevan al famoso bosque, en el que se adentra junto a un grupo de jóvenes compañeros.
Obviamente, las cosas no saldrán bien desde el principio, se perderán, quedarán varados sin posibilidad de pronta huida ni rescate, y comenzarán los indicios de que algo no está bien más allá de lo tangible poniendo a prueba el escepticismo que hasta ese momento mantenían.
El principal inconveniente que encuentra Blair Witch son sus diecisiete años desde el original. La historia es conocida, la mitología alrededor es popular, y ya nadie puede vender un found footage como algo real – es más hace varios años que vienen en declive al punto de preguntarnos por qué los siguen haciendo –. Quizás el recurso que pretendían encontrar esta vez fue el de mantener la secuela en el anonimato, como una “película “independiente” con otro nombre, The Woods, durante la filmación. Recurso que se les acabó ni bien salió el primer teaser tráiler y un pequeño símbolo en el fondo ya alertó que sería parte de la saga.
Ese cambio de título, podía hacernos pensar a lo que sospechábamos de la secuela del 2000, ser uno de esos guiones que andan dando vuelta hace rato en las productoras, al que le adosan algo de la saga para otorgarle luz verde.
Sin embargo, no pareciera ser tan así, el primer tramo largo, o las dos primeras partes, son casi un remake de El Proyecto Blair Witch realizado con mayor posibilidad de cámaras manuales (celulares, drones, visiones nocturnas, etc, cosas de la era digital al alcance de todos). Recién el tramo final, claramente lo mejor del conjunto, se distancia, aunque también, precisamente por mostrar lo que anteriormente no se veía, lo que se cortaba justo o se eludía dejando gusto a más.
El conjunto actoral no logra destacarse, tampoco se denigra más que otros del género, se agradece que no sea tan estereotipado. En cuanto a las técnicas, el found footage no permite un gran despliegue por más que haya una mayor variedad de cámaras, y será recién sobre el final que el concepto se valorice y sea utilizado para grandes momentos de clima.
Blair Witch sufre de estar encorsetada por sus orígenes, de generar un preámbulo demasiado extenso en el que se intenta atar los cabos para que nos acordemos de 1999; pero lo que alguna vez funcionó (es más, siendo sinceros la primera como película en sí está bastante sobrevalorada sobre todo en cuanto a la creación de miedos) ya no lo hace con el mismo efecto. Recién cuando se anima a ir a más, y vemos el talento de Wyngard y Barret para asfixiarnos y mantenernos aferrados a la butaca la cosa se apuntala y mejora considerablemente el promedio.
Las ambiciones del mercado suelen ser más grandes que las necesidades creativas. Es probable que Blair Witch Project no sea una película apta para secuelas, que su motor – publicitario – solo funcionara una vez. Ya se probó al año siguiente tomando un camino totalmente diferente con buenos resultados, pero poco apreciado por los seguidores. Ahora se emprende el camino otra vez, tratando de ser más fiel, y la realidad es que solo mejora cuanto más se aleja.