Maldito bosque
Sin más novedades que las tecnológicas, sucumbe frente a la frescura del título original.
El cine de terror está en crisis, quién lo duda. Y en el afán de recuperar algo de su público perdido es capaz de exprimir una marca, un formato, hasta aniquilarlo . Esta secuela de Proyecto Blair Witch, vaciada de la espontaneidad, de la curiosidad que provocó aquélla puesta original, se convierte entonces en una muestra certera de la ambigüedad, el desconcierto y las necesidades que impone un mercado falto de autenticidad y narrativas novedosas.
¿Es una nueva película o un relanzamiento de la anterior Blair Witch: La bruja de Blair? La excusa para volver a ese bosque maldito está puesta en James (James Allen McCune), el hermanito de Heather en la versión original. Ella desapareció allí mismo, hace 20 años (de la película pasaron 17), cuando buscaba acercarse a la leyenda de la bruja Blair. Cuando su historia documental se convirtió en puro terror, misterio y desaparición.
Pero resulta que cerca de ese bosque vive una parejita de videastas muy interesados en Elly Kedward, la mujer sacrificada allí en 1785, dueña de esta leyenda. Y de este bosque. Son dos jovencitos inquietos, freaks, que suben videos a Youtube. En uno de ellos James creyó ver a su hermana, y ya sedujo a sus amigos para volver al bosque.
Otra vez, somos testigos de esta incursión macabra a través de sus propias filmaciones, con equipos mucho más actuales, que incluyen pantallitas, un dron, cámaras portables y profesionales. ¿Pero fueron o no fueron a buscar a Heather?
Como en muchas de las películas de terror ambientadas en un bosque, el bosque tapa el árbol, se lleva puesto cualquier argumento, y convierte troncos, ramitas o liquenes en tenebrosas armas mortales. Sin los efectos de sonidos abrumadores y molestos de este filme, daría para National Geographic.
Forzada subjetividad la de estos jóvenes, que empujados por el director insisten con las found footage movies, la excusa de filmar todo y todo el tiempo aunque mueran de miedo para contar una historia. Recurso trillado a esta altura el de la camarita en mano como factor de terror; más que las leyendas de brujas en el bosque.