Blair Witch: La bruja de Blair

Crítica de Matías Gelpi - Fancinema

EL BOSQUE DE LOS SENDEROS QUE SE PARECEN

El estreno reciente de la remake de Fiebre en la cabaña (Eli Roth, 2002), más la futura secuela de La llamada (Gore Verbinski, 2002) en camino, sumados al estreno de esta secuela/reboot de El proyecto Blair Witch (Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, 1999), nos hace pensar que realizadores y productores están husmeando en el cine de terror del fin del milenio para conseguir historias, reciclar argumentos, y pagar derechos baratos. Hasta ahora, los resultados son poco felices, como si fuera una gira de los Pumas.

Blair Witch: la bruja de Blair (bello título capicúa bilingüe e increíblemente redundante) está dirigida por Adam Wingard y escrita por Simon Barret, muchachos que suelen trabajar juntos y que han dado a la humanidad algunas cosas interesantes como Cacería macabra (2011) y algún que otro corto dentro de Las crónicas del miedo 1 y 2. Tomando en cuenta el prólogo de esta película, sabremos rápidamente que tanto director y guionista son gente con cierta pericia y conocimiento del género. Porque, con cierta fluidez y sin las clásicas divagaciones de la estética found footage, llegaremos al punto de partida en donde conocemos a James -hermano de Heather la protagonista de la primer película-, y su motivación de encontrarla a pesar de estar desaparecida por más de 14 años, y de haberse hecho los esfuerzos oficiales por encontrarla. Todo esto, hasta el momento donde junto con sus amigos decide volver al bosque Black Hills para buscarla, mientras filman todo el proceso con nuevas tecnologías que incluyen cámaras de alta definición pequeñas y hasta drones.

Y luego comienzan los problemas: de hecho, tan parecida argumentalmente es Blair Witch: la bruja de Blair a la película original, que sus problemas de guión se parecen bastante. Son films que no son capaces de soportar sus propias premisas que implican a un grupo de personas absolutamente desorientadas en un bosque espeso con, literalmente, ninguna posibilidad de sobrevivir. Tanto es el miedo paralizante de los personajes que también se paraliza la historia. Veremos durante mucho tiempo personas que se pierden y vuelven a aparecer, gritos en el bosque y miedo indeterminado. Quiero decir, todo lo que suceda a partir de que los personajes son conscientes de que están perdidos, suena a arbitrariedad o a pereza, y el resultado es el más puro aburrimiento. Hacia el final descubrimos que era sólo pereza porque el segundo tramo de la película de Wingrad es copia fiel de la original.

El efecto hiperrealista de la subjetiva constante y la cámara en mano es contraproducente: en lugar de dejarnos ver aquello que está oculto nos esconde la verdad, o la convierte en un montón de movimiento difuso y mal iluminado. A pesar de ser un recurso ampliamente agotado, consiguió sus mejores momentos en Actividad paranormal y en la saga REC, pero a la bruja de Blair los planos interesantes le han sido vedados.

La propuesta de Wingard de revitalización de la saga y puesta en valor de la historia de origen deviene en un proyecto que calca a la película original y que, curiosamente, consigue el mismo resultado: aburrirnos mucho.