El infierno contraataca
Pasaron veinte años y aquella película catalogada como found footage, casi la única que sentó precedentes en este subgénero, sigue intacta; no ha envejecido nada. O al menos esa es la impresión. Copiada millones de veces, odiada y amada, El Proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project, 1999) es todo un ícono del terror de fines de los años 90.
Fue novedoso acompañar en la pantalla grande a aquellos tres estudiantes curiosos por investigar una gran leyenda que poco a poco se fue haciendo cada vez más potente en su relato. La anécdota de la bruja del pueblo iba creciendo a medida que la tensión aumentaba en el film, sin necesidad de mostrar más nada que tan sólo los pasos de los jóvenes exploradores avanzando por el bosque, las hojas verdes y el sonido de su respiración agitada. Todo era sugestión.
Han pasado veinte años también desde que Heather, la hermana de James, y sus dos compañeros desaparecieron dentro del bosque de Black Hills, dejando un sólo rastro: la cámara que retrató los espantosos momentos en que, supuestamente, algo o alguien los perseguía. Ahora James y sus amigos se aventuran en los mismos bosques con un dron, un GPS y varias cámaras más.
Como era de esperarse, a esta tercera parte dirigida por Adam Wingard (a cargo de segmentos de V/H/S/ y V/H/S/2, y responsable de Cacería Macabra) se le adosan elementos que intentan ser novedosos: más y mejor tecnología, nuevas -y muy exageradas- manifestaciones de la bruja para incrementar aun más el miedo, y alguna que otra vuelta de tuerca. Todos estos recursos atraen en un primer momento, pero luego se convierten en pura inverisimilitud. Cabe destacar que en este género existe una línea muy delgada entre lo que está bien hecho y lo ridículo. El film de Wingard coquetea todo el tiempo con este aspecto.
Luego de la segunda película de esta trilogía (El Libro de las Sombras: El Proyecto Blair Witch 2, un sinsentido dirigido por Joe Berlinger), ya resultaba impensado superar a la primera entrega, llena de intriga, tensión, y que jugaba con la mente del espectador. En una época en la que el terror aun es bastardeado tanto por cineastas como por el público, El Proyecto Blair Witch sigue siendo inalcanzable y toda una joya para atesorar en la videoteca.
Vale la pena quedarse con el feliz recuerdo de una película provocadora y efectiva para su tiempo, que causó estupor y dudas en el público, que mirar de nuevo la misma historia -ahora más “lavada”-, que sólo consigue que la primera se reivindique una vez más no sólo como la mejor de las tres, sino como una de las mejores de su tipo.