TODO CAMBIA
¿Qué cambia primero? ¿La historia contada, el padre que la cuenta o el niño que la escucha? ¿El espectador o el cine? Tal vez la mejor manera de responder esto sea mencionando el caso de BLANCANIEVES & EL CAZADOR (SNOW WHITE & THE HUNTSMAN, 2012), el estreno de la semana que se conformó a partir de esa verdad definitiva: Todo Cambia. Podría decir que dicho cambio empezó con la trilogía EL SEÑOR DE LOS ANILLOS, cuando los enanos y elfos del cine dejaron de ser inocentes criaturas melódicas del bosque para participar en épicas odiseas y batallas. Fue allí donde asomaron sus narices los productores hollywoodenses, quienes después comenzarían a olfatear entre las estanterías de libros, buscando un aroma a Tolkien en donde sea. Y lo hallaron en “Las Crónicas de Narnia” de C.S. Lewis, en la última novela de “Harry Potter” de J.K. Rowling y, aunque parezca imposible de creer, en “Alicia en el País de las Maravillas” de Lewis Carroll. Con la adaptación de esta última a cargo de Tim Burton en 2010, Universal Pictures recaudó altas cifras de dinero de entradas y le permitió descubrir una formula aparentemente exitosa: tomar un clásico infantil y reinventarlo ¿Por qué? Simple, fuimos nosotros los que cambiamos. Ya no buscamos desesperadamente el “y vivieron felices por siempre”, ya no odiamos por completo a los villanos y no le tememos tanto a la oscuridad. Hemos escuchado la misma historia una y otra vez, y nos aburre. Si no me creen, acuérdense (si es que pueden) de ESPEJITO ESPEJITO (MIRROR MIRROR, 2012), una adaptación mucho más fiel del cuento de los hermanos Grimm, que pasó casi desapercibida por las salas. Déjenle el beso, la boda y los animalitos limpiando la casa para los nenes. Queremos sombras, sangre, duelo de espadas y Charlize Theron bañándose en bolas. Lamentablemente, querer no es tener. Si bien BLANCANIEVES & EL CAZADOR nos prometía todo eso, es poco lo que entrega. El film se adapta al cambio para no morir y para llegar a los nuevos espectadores, pero no cambia del todo. Como resultado queda una insípida versión más oscura del relato, que falla al seguir contando con vestigios del cuento y de la película animada de Disney; sin mencionar los baches y clichés en el guión, y la pésima elección de Kristen “Crepúsculo” Stewart como la protagonista.
Había una vez… una malvada Reina (Theron) que, para mantenerse joven eternamente, envía al Cazador (Chris “Thor” Hemsworth) a buscar a la princesa fugitiva Blancanieves (Stewart), la más bella de todo el reino y a quien planea quitarle el corazón. Pero al encontrarla, él decide abandonar su misión y unirse a ella. Con la ayuda de una banda de siete enanos (Bob Hoskins, Brian Gleeson, Nick Frost, Ian McShane, Eddie Marsan, Toby Jones, Ray Winstone) y del príncipe William (Sam Claflin), Blancanieves y el Cazador marcharán a la guerra para intentar derrotar a la Reina, y recuperar el trono que por derecho le pertenece.
Cuando BLANCANIEVES & EL CAZADOR más se aleja de BLANCANIEVES Y LOS SIETE ENANITOS (1937), mejor le hace. En algunas escenas (el Bosque Negro, bien al estilo Tim Burton; el espejo cobrando vida; el ataque del Troll u otras criaturas; la siniestra parte de la manzana o de la Reina convertida en cuervos), el film alcanza una oscuridad muy arriesgada y novedosa que le favorece bastante. Pero todo lo que construye se desmorona ni bien se presentan las fallas de esta producción. Hay penosos Momentos Disney (la escena con las hadas; el enano que invita a Blancanieves a bailar; el encuentro entre ella y el Troll), algunos lugares o personajes comunes de la narración (el enano que muere salvándola o el enano sabio) e indudables malas actuaciones (Stewart y Claflin casi siempre y, a veces, Hemsworth) que hacen que, en muchas partes, los 127 minutos avancen muy lentamente.
Intenta desprenderse en más de una ocasión, pero BLANCANIEVES & EL CAZADOR está tan agarrada al cuento que su desarrollo y su final se vuelven muy predecibles. Aunque el film se permite algunos cambios interesantes (uno que otro muy tirado de los pelos), lamentablemente no sabe aprovecharlos. Si vieron la cinta, sabrán que me refiero a esa forzada “historia de amor” entre los dos personajes del título, que por cierto carecen de toda química. Su relación es débil, al igual que la de Blancanieves y el Príncipe, y ninguna de las dos termina de conformarse con solidez. Casi como si se estuvieran planteando las bases para un triangulo amoroso que se desarrollaría en las posibles futuras secuelas ¿Cómo? ¿Team Cazador y Team Príncipe? Se los suplico, señores productores: ¡NO LO HAGAN!
No hay mucho para destacar en BLANCANIEVES & EL CAZADOR. Sí, su fabuloso diseño artístico, sus espectaculares efectos y su a veces lúgubre/a veces bella fotografía le dan a la película un buen acabado a nivel técnico. Y si tenemos en cuenta que es el debut como director de Rupert Sanders, el film es un verdadero logro audiovisual y ansío ver que le espera más adelante al realizador. Pero ni el Cazador de Chris Hemsworth (simpática aunque desaprovechada mezcla entre Aragorn con Jack Sparrow), ni la temible y sexy Reina de Charlize Theron (magnífica y lo mejor de la cinta) pueden evitar que BLANCANIEVES & EL CAZADOR se convierta en una película que se queda en medio camino entre una olvidable versión de una historia que todos recuerdan y un fallido intento de copiar el estilo de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS - con planos similares, calcos de Gimli y batallas menos épicas pero igual de efectivas -. Aprecio la intención de reinventar la historia y de darle más fuerza a sus personajes femeninos ya que, en resumen, entretiene. Pero en el minuto en que contrataron a Kristen Stewart como la protagonista, el film ya estaba condenado. No solo NO es más hermosa que Charlize Theron (la pifiaste, Espejo Mágico), tampoco es capaz de actuar, sostener el peso del film sobre sus hombros, decir una línea sin tartamudear o mantener los labios cerrados sin que se le vean lo paletones. Pero todo cambia y, lamentablemente, una “actriz” como Stewart es considerada hoy en día como sinónimo de taquilla y no como la manzana podrida del cine que en realidad es.