Bella, Thor y Siete Británicos Encogidos
¿Vieron alguna vez los programas de “variedades” estadounidenses tipo Saturday Night Live o El Show de David Letterman? A veces, los mismos incluyen sketchs satíricos donde inventan falsos trailers que parodian a los grandes tanques de Hollywood. Una de las burlas más representadas son las películas collage.
¿De que se tratan? Son aquellas obras que mezclan todas las fórmulas exitosas de los tanques de los últimos años en una sola película. Cuando se hacen estos trailers – collage con fines humorísticos, el resultado es genial
Sin embargo, cuando se lo lleva realmente a un producto serio, con el fin de estrenarse en salas comerciales y generar verdaderas ganancias, los resultados suelen ser decepcionantes. Especialmente porque queda demasiada evidenciada la motivación de crear un producto redituable y no una obra artística. El lucro es lo más importante en la industria.
Blancanieves y el Cazador no es mala idea y tampoco es la peor exposición de un collage de fórmulas y tendencias en una sola película. Pero cuando se empieza a reflexionar sobre ella, la conclusión es otra.
Lo primero que llama la atención es la elección de los protagonistas, la historia y la estética. Tenemos el clásico cuento de los hermanos Grimm llevado a un determinado tiempo medieval, pero un indeterminado sitio geográfico. Se supone que es Europa. Las cruzadas, los arqueros, los grandes castillos feudales, la peste negra… Una hechicera rencorosa llamada Ravenna (¿una cuerva se podria denominar?) toma el poder del castillo del rey y encierra a la joven princesa Blancanieves en una torre. Al mejor estilo Femme Nikita, Blancanieves se escapa siendo ya adolescente y se trata de ocultar en el bosque. El hermano de la reina, manda a un cazador viudo y borracho a buscarla para capturarla, así Ravenna sigue siendo joven y bella por siempre.
Teniendo en cuenta que Kristen Stewart y su lacónico rostro interpretan a Blancanieves, no asombra demasiado que el personaje sea muy parecido al de la saga Crepúsculo. La pobre chica no logra una sola interpretación realmente expresiva desde La Habitación del Pánico. Chris Hemsworth es el encargado de rescatarla, caracterizado física y psicológicamente como Thor. Es una lástima. Se nota que el forzudo carilindo tiene algo de carisma para salirse de su rol, pero lo mal aprovechan.
Hasta el encuentro de ambos personajes, el film es divertido y entretenido. La narración en off nos lleva directamente a la fábula original. Queda demasiado evidente la influencia de El Señor de los Anillos y el cine de Ridley Scott (especialmente Cruzada, 1492 y Robin Hood). El tono fantasioso, incluso remite a La Historia Sin Fin, especialmente en el diseño del bosque. Sin embargo, después la mezcla de referencias queda más obvia, forzada e incoherente. Hay giros narrativos que aportan poco y nada a la historia. Los productores (no le echemos la culpa al novel Sanders) le agregan innecesariamente escenas inspiradas en Narnia o Harry Potter y alarga el metraje, provocando cierta monotonía. En consecuencia se cae en lo discursivo, dejando de prestar atención en la visual, que es acaso la mayor contribución creativa de Rupert Sanders.
Pero Stewart y Hemsworth no conforman una buena pareja. Les falta química, carisma entre ellos. Uno nunca termina de creer si hay o no, romance entre ellos. En el medio, está además, el novio de la infancia de Blancanieves interpretado por Sam Claflin, tan inexpresivo como Stewart.
El resto está en el cuento. Lo más original y verdaderamente increíble es la elección de los “enanos”. Son ocho actores de primera categoría, cuya altura y nacionalidad es promedio. Hoskins, Mc Shane, Marsan, Toby Jones, Winstone, Harris y especialmente Nick Frost, le aportan humor a una obra demasiado dramática y solemne. La banda sonora de James Newton Howard, la fotografía y los efectos aportan carácter épico. Asimismo, los re alentados y el clima frío, ayudan a dar una sensación parecida a un cuento de Alexander Dumas medieval. Pero esta sucesión de intenciones por parte de los productores juega bordeando el ridículo. Los diálogos son mediocres y risibles. El guión sorprende poco, el desarrollo de la historia es previsible. Muchas subtramas no llevan a un encuentro narrativo ¿Pero que se puede esperar?
Finalmente, Blancanieves, se debe transformar en una heroína al estilo Juana de Arco para terminar con Ravenna, interpretada por Charlize Theron, por momentos, austera y contenida, pero en otras escenas, completamente eufórica y sobreactuada.
Todo el análisis de la psicología del personaje, relacionado con su infancia y sumado al mensaje ecológico/político sobran de la película. ¿Era realmente necesario agregar una crítica al descuido que los malos gobernantes tienen del medio ambiente, y especialmente su relación con el petróleo (Ravenna nada en un espeso líquido negro que parece sangre de cuervo, pero podría interpretarse como petróleo)? No lo sé. Pero cuando se trabaja con tendencias y fórmulas, y no con el alma o la pasión artística, se terminan realizando estas obras demasiada artificiales e hilachadas, montadas como un video clip.
Sin terminar de ser aburrida, por suerte, Sanders construye un entretenimiento medianamente agradable para espectadores con pocas pretensiones. Contó con toda la producción a su favor, y la sabe aprovechar.
El problema es que una obra más, sin personalidad. Sanders plagia detalles mínimos de otras películas para referirse a esta. Hay una línea correspondiente a Nick Frost en que se admite un poco el carácter lúdico de toda la obra. Sin embargo, sin la presencia del alma o pasión, nos quedamos cortos.
Violenta para muy chicos, naif para los más grandes, esta versión del cuento de los Grimm apunta a un público adolescente, mínimamente culto.
Entre tanto pastiche, lo que vuelvo a resaltar es el efecto especial de haber achicado en tamaño, a seis ingleses que logran manipular a la protagonista para luchar. Un truco, no muy diferente al de los Hobbits en El Señor de los Anillos.
El resto es cuento de hadas…