BLANCANIEVES Y OLÉ!
Los cuentos clásicos de hadas (mal llamados “para niños”) son originalmente leyendas, tradiciones, mitos folklóricos que algún escritor (Perrault, los Hermanos Grimm, Andersen) recopiló y aunó bajo su nombre de autor. Finalmente volcados a la infancia fueron aligerados (aunque no completamente) de sus oscuridades y temores primigenios. Pero mantuvieron la atracción y el interés del público.
Blancanieves tuvo variadas adaptaciones a la pantalla grande. Desde la animada por Walt Disney (el primer largo de la casa del ratón) hasta la más infantiloide Mirror, mirror o la épica con heroína posmoderna Blancanieves y la leyenda del cazador.
Carmen (la bella Macarena García) pasa del cuidado de su abuela (una excelente Ángela Molina), tras la muerte de su madre y el accidente en una corrida de toros de su padre (Daniel Giménez Cacho) -un torero de fama que queda lisiado en silla de ruedas-, a las manos de una madrastra que hace honor a ese título en su peor acepción (increíble Maribel Verdú en versión malvadísima) que termina enviándola a la muerte. La joven logra escapar por la lascivia de su matador y en el camino pierde la memoria y es rescatada por 6 enanitos toreros que llevan su acto circense por los pueblos. Pero los caminos juntarán nuevamente a las protagonistas para vengar una muerte o extender la fama y la riqueza. Sólo el destino lo sabrá.
Pablo Berger en su segundo película traslada el conocido cuento a la España de los ’20 con corridas de toros, música flamenca e incipiente “terror” político (anda por allí algún amante-asistente de traje militar). Y el resultado es sumamente logrado consiguiendo un melodrama gótico. Con una fotografía en blanco y negro y sin diálogos, con intertítulos, una edición y un montaje soberbios y capaces de recuperar todos los procedimientos del primitivo cine mudo aplicándolos con inteligencia y belleza y una banda sonora exquisita y encantatoria de Alfonso de Villalonga, Blancanieves revela que una historia poderosa sigue funcionando trasladada a otros tiempos si hay una idea motora detrás que construya mundo y sentido.
Javier Luzi
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