La bestia interior
El exceso en el metraje es la primera señal que deja en claro los desniveles de Blanco o negro, una apuesta arriesgada al cine de género de corte independiente, que en lugar de concentrarse en el derrotero de toda película de venganza como por ejemplo Kill Bill busca introducir elementos de drama, subtramas que bordean lo onírico, para generar atmósferas donde el cambio de registro realza la sobre actuación.
No obstante, donde debe hacerse hincapié es en el apartado visual, en la estética elegida por el director Matías Rispau, quien además protagoniza este thriller que se mira constantemente en el espejo del cine oriental. El relato se nutre desde sus intenciones de esa dinámica de la híper realidad de peleas y coreografías para destacar la destreza física de quien las ejecuta. Rispau, en su carácter de peleador y en su técnica de movimiento de piñas y patadas sabe manejarse en el espacio y además mover con criterio la cámara, pero no logra el mismo resultado cuando se mete en la piel de su torturado personaje, un huérfano que busca vengarse por haber sido traicionado y que tras un largo período de reclusión en el sur regresa completamente cambiado y dispuesto a ejecutar su plan, caiga quien caiga.
El viraje del color al blanco y negro para las escenas de acción queda en el umbral de la incertidumbre. Si se trata de una elección estética con aires de homenaje cinéfilo o sencillamente de un condicionante presupuestario tratándose de un film de neto corte independiente. Más allá de ese detalle, el cambio no genera ruido alguno en lo que hace a la acción, tampoco la cámara en mano para aproximar la imagen y transmitir el vértigo de cualquier película de acción de bajo presupuesto.
El aspecto técnico, pilar y espada de Damocles de los habituales errores del cine argentino y más aún cuando se trata de un cine de género, resulta uno de los puntos más efectivos de la propuesta integral.
Sin embargo, como se señaló anteriormente en Blanco o negro se cumple ese refrán que reza: “El que mucho abarca poco aprieta”, aunque apriete con los puños ensangrentados, o grite enajenado desde la cárcel interior para que la bestia no se libere, el efecto seguirá siendo el mismo.