El afiche y el título de esta nueva producción de Eduardo Meneghelli, puede llegar a prestarse a confusiones ya que de ninguna manera “BLINDADO” es una típica película de robos, persecuciones y desventuras policiales como se podría intuir desde el marketing montado frente al estreno.
Este tercer largometraje en el que Meneghelli y el protagonista Gabriel Peralta forman dupla cinematográfica (como había sucedido antes con “Román” y “Ruleta Rusa”), habla más de un blindaje interior por el que atraviesa el personaje central por un hecho traumático que lo ha quebrado recientemente, que de la referencia a la compañía de camiones de caudales para la cual trabaja.
Si bien en un primer momento “BLINDADO” puede apelar a ese doble juego con las aepciones de la palabra, con el correr de las escenas dentro de la película, distinguiremos claramente que esta nueva propuesta de Meneghelli se aleja rápidamente del cine de acción más convencional para entrar en un terreno más cercano al drama dentro del género policial.
Luna (Gabriel Peralta) trabaja para una empresa en la que maneja camiones de caudales. Actualmente se encuentra con una licencia psiquiátrica dado que hace poco tiempo, en un accidente automovilístico, ha perdido trágicamente a su esposa y a su hija y es un hecho del que todavía no se ha recuperado.
Este accidente operó como un quiebre en su vida y la trama lo encuentra a Luna en sus intentos de poder recomponerse y retomar normalmente las actividades y su trabajo, lo antes posible. Intenta acercarse al grupo de compañeros de trabajo, aparece en los depósitos de la empresa, habla con sus compañeros (en especial con Vitali, quien parece ser su amigo más confidente, rol a cargo de Luciano Cáceres) e intentará volver a su puesto de trabajo y encontrar la forma de ir retomando sus tareas.
En sus sueños se repite y lo abruma una y otra vez una escena feliz con su esposa y su hija en el coche, escena claramente previa al accidente que se superpone en el plano de sus ensoñaciones, con otra muy similar en donde Luna verá en el asiento de atrás del vehículo, allí donde debiesen estar su mujer y su hija, a una compañera de trabajo y su hijo, situación que lo perturba y lo inquieta fuertemente.
Con este punto de partida, son varios los elementos que el guion de Leonel D’Agostino intenta poner en juego para construir el mundo interno de Luna.
Así como aparece su historia traumática, también lo vemos en diversas escenas con su devoción religiosa –así como escucha incansablemente la radio evangelista- y cuando comienza a acercarse a Selva, su compañera de trabajo y protagonista de su sueño, surge en él, una imperiosa necesidad de protección.
Luna, obsesionado con su sueño, comienza a entrometerse en la vida de Selva hasta que puede darse cuenta de que ella está sufriendo las consecuencias de sostener una relación abusiva con su marido de la que parece no poder salir y que visiblemente le trae consecuencias físicas, golpes y lastimaduras. Selva (Aline Jones) es brasileña y desea volver a su tierra pero por problemas económicos ese viaje es, en la práctica, completamente imposible.
Justamente por ese deseo de redención que ella hace surgir en Luna, él tratará de comenzar a elaborar un plan para que ese proyecto se haga realidad.
Si bien dentro de la filmografía de Meneghelli esta es su realización más acabada, con un guion que intenta profundizar en las pulsiones y la psicología de cada uno de los personajes, tanto el elenco como el tono de las actuaciones no lucen compactos y es uno de los problemas más fuertes con los que tiene que enfrentarse “BLINDADO”.
A pesar de contar con un elenco secundario muy destacado, ninguno de estos personajes tiene relevancia dentro de la trama -a excepción del Vitali de Luciano Cáceres, al que el actor le imprime la energía y la potencia que el rol necesita-.
Luis Ziembrowski, Lautaro Delgado, Esteban Menis y Gonzalo Urtizberea están correctos y cumplen holgadamente las expectativas de sus personajes, a los que el guion no les da un mínimo desarrollo sino que sencillamente se construyen como pequeños satélites funcionales a la trama central, a los que se suma la participación de Adriana Aizemberg y Sandra Smith dentro del elenco.
Gabriel Peralta no logra en ningún momento encontrar el tono adecuado del personaje: su actuación es distante, no como una marcación intencional de la dirección sino como una imposibilidad de poder conectar con las diferentes emociones por las que atraviesa su Luna en ese momento tan particular de su vida.
La química con Aline Jones es casi inexistente y se hace complicado sobrellevar el peso de la película con una pareja a la que no se le cree demasiado el vínculo que han entablado. A esto se suman evidentes problemas de dicción y una forma “recitada” y desapegada para sus líneas de diálogo, actuaciones que contrastan fuertemente con las del elenco secundario que tiene una probada trayectoria tanto en el cine, como en el teatro y la televisión.
“BLINDADO” tiene buenas intenciones, pero generalmente estas buenas intenciones no suelen ser suficientes para que una película obtenga buenos resultados. Y no es ésta la excepción a la regla, donde los aciertos no logran opacar las fallas que siguen quedando muy en evidencia.