Anunciado como diferente a cualquier superhéroe que hayamos visto antes, Bloodshot no solo es igual a la mayoría de los que vimos siempre sino que, además, la película basada en el personaje de Valiant Comics y dirigida por el debutante Dave Wilson es inferior a cualquier título de Marvel y DC.
El filme protagonizado por Vin Diesel, el paradigmático héroe calvo de la acción más rápida y furiosa, tiene un grave problema de guion, que hace que lo que sucede en la historia no se entienda del todo debido a la cantidad de inconsistencias lógicas, baches inexplicables e incoherencias que desconciertan en más de una escena.
En los primeros minutos vemos a Ray Garrison (Diesel), un soldado del ejército norteamericano, reducir al enemigo con eficacia. Luego lo vemos de vacaciones en la costa amalfitana con su prometida, interpretada por Talulah Riley (El origen), hasta que aparecen unos tipos que los secuestran y los matan.
Después de esta introducción resuelta con bastante pragmatismo, Ray despierta sin memoria en un laboratorio de la compañía Rising Spirit Technologies frente al Dr. Emil Harting (Guy Pearce), quien lo resucita a través de la nanotecnología, introduciéndole “nanitos” en la sangre que hacen que los tejidos se reconstruyan de inmediato cuando recibe balazos. Es decir, Ray se despierta convertido en Bloodshot, un fortachón a prueba de balas y con una fuerza sobrehumana, mezcla de Wolverine con RoboCop.
Aunque no sabemos cómo llegó hasta el laboratorio, por más que intentan explicarlo con la excusa de que nadie reclamó su cuerpo, lo que sí sabemos es que Ray no recuerda nada. Pero de a poco le empiezan a venir imágenes a la memoria que le permiten recordar lo que le pasó, lo que lo lleva a vengarse de los que mataron a su amada.
Lo único rescatable de la película es Diesel, quien, a pesar de su carácter taciturno y sus frases lacónicas, hace todo lo posible para sostener la historia con su carisma y con la fama de héroe popular ganada en todos estos años.
También hay que destacar a su compañera de turno, la actriz Eiza González en el papel de KT, un arma letal fabricada por el mismo laboratorio que le permite a Bloodshot apostar por una segunda oportunidad. El resto de los personajes no ayuda mucho, ya que, por ejemplo, no se llega a entender la rivalidad que surge entre el que tiene piernas ortopédicas y el personaje de Diesel.
Bloodshot se manda muchas macanas narrativas e intenta mezclar la ciencia ficción ciberpunk con una trama demasiado intrincada e innecesariamente pretenciosa, que incluye recuerdos confusos y una vuelta de tuerca rebuscada, que no hace más que convertirla en el remedo pochocleril y torpe de Memento en clave de película de superhéroes.