Después de que todo en su vida se cae a pedazos, incluyendo su matrimonio con el adinerado empresario Hal (Alec Baldwin) la distinguida dama de la alta sociedad neoyorkina Jasmine (Cate Blanchett) se muda al modesto apartamento de su hermana Ginger en San Francisco, para intentar recuperarse de su profunda crisis junto a ella. Jasmine llega a San Francisco en un frágil estado mental, con su cabeza tambaleante y sumergida en un cóctel de antidepresivos. Aunque todavía es capaz de proyectar su porte aristocrático, es precaria emocionalmente y carece de cualquier capacidad práctica para mantenerse a sí misma. Jasmine, quien desaprueba las relaciones de su hermana y su mal gusto con los hombres, encuentra un potencial salvavidas a su vida cuando conoce a Dwight, un diplomático que se enamora rápidamente de ella por su belleza, sofisticación y estilo. El problema de Jasmine es que define su propio valor a partir de la forma en quees percibida por los demás, mientras se cierra a lo que ocurre a su alrededor. Delicadamente interpretada por una magistral Cate Blanchett, Jasmine se gana nuestra consideración como espectadores por ser ella un instrumento involuntario de su propia caída. La nueva película de Woody Allen nos habla sobre las graves consecuencias que pueden resultar cuando las personas desvían la mirada de la realidad para hacer ojosciegos a la verdad que no quieren ver.