El amor, segunda parte
Cuando Cindy y Dean se conocen, son jóvenes, rubios y bonitos. Él se enamora a primera vista de ella, la corteja y ella sigue su juego. Después de todo, como ya se dijo, son jóvenes. Tienen toda la vida por delante, pocas preocupaciones (más allá de algunos problemas con sus padres y el dinero que no abunda), ideales y tiempo de sobra para andar corriendo por ahí, bailar espontáneamente en la calle, enrollarse en muestras públicas de afecto alentadas por unas copas de más y todo lo que debe figurar en la fórmula clásica del montaje sobre "dos personas enamorándose".
Pero ésos no son el Dean y Cindy que vemos al principio de Blue Valentine. El director Derek Cianfrance nos presenta a una pareja casada de clase media baja con una hija en edad preescolar. Con unos años más -y ojeras para la Cindy de Michelle Williams y una calvicie incipiente en el caso del Dean interpretado por Ryan Gosling- una casa en los suburbios y trabajos mal pagos, a los personajes les toca lidiar con la realidad cotidiana de ser una familia y todos los pequeños dramas que esto encierra (la nena que no quiere desayunar, el perro que se escapa...).
¿Pero qué es lo que realmente les pasó a Cindy y Dean? ¿Por qué cada pequeño acontecimiento familiar conlleva a reproches mutuos e intentos fallidos de cercanía? ¿Por qué ella le habla casi sin mirarlo?
Esto es lo que Cianfrance (además guionista, junto a Cami Delavigne y Joey Curtis) se propone deshilvanar mediante flashbacks que muestran el principio de la historia de la pareja, intercalados a su situación actual.
Michelle Williams (que ya hizo de esposa sufrida en Brokeback Mountain) se destaca como una mujer que desarrolla casi automáticamente las tareas hogareñas y que a su vez no quiere abandonar sus aspiraciones en cuanto a su carrera. Logra imprimirle complejidad a un personaje que en las manos equivocadas podría ser fácilmente interpretado como el cliché de la esposa quejosa y distante. Gosling (Diario de una Pasión, Lars y la Chica Real) como el hombre-niño reacio a los cambios (y a cambiar él mismo) aunque no alcance la misma profundidad que su parteneire, establece con Williams y la actriz que hace de su hija una dinámica natural muy poco vista en películas recientes que pretenden un tono naturalista.
Sin embargo, la marcada oposición entre el principio y el desenlace de la historia entre Williams y Gosling se torna en cierto punto ya redundante en el abuso en que deviene la utilización del flashback como recurso para contar la historia. Y por si no le queda claro a la audiencia, en el final hay un montaje en paralelo de ambas instancias de la relación que enfatiza aún más que no siempre lo que empieza (más o menos) bien termina bien (o aunque sea igual).
Es todo lo que ocurre en el medio uno de los méritos de Cianfrance, su equipo y el elenco en Blue Valentine: recrear y generar un efecto de registro (mediante la tan en boga cámara en mano) de esos momentos aparentemente mundanos que hacen al amor y al desamor.
Una sola recomendación: más allá Ryan Gosling con sus ojitos claros y la blonda Michelle Williams, esta definitivamente no es una película para llevar a alguien en una primera cita.