Tan Bob dentro como fuera del agua
No es un ave. No es un avión. Es una esponja marina y se llama Bob. Es la segunda película (la primera fue en 2004) sobre la delirante serie de televisión estrenada en 1999 por la cadena Nikelodeon y que se trasmite hasta en Cuba. Si, en el país comunista, créase o no.
Bob Esponja: Un héroe fuera del agua (The SpongeBob Movie: Sponge Out of Water, 2015) se desarrolla en su mayor parte en dibujos animados del mismo modo que la serie televisiva creada por Stephen Hillenburg: dentro del mar, en esa fantaseosa ciudad llamada Fondo de Bikini, donde el naif cocinero del restaurante Crustáceo Crujiente, Bob Esponja, vive felizmente junto a sus amigos Patricio, una obesa estrella de mar consumidora de las Cangreburger, Calamardo, un pulpo cajero del local, Arenita, una ardilla inteligente, y el jefe ultra capitalista Don Cangrejo. Plankton, el crustáceo egoista del fracasado local de enfrente, decide robar la fórmula de la Cangreburger y en la disputa desaparece. Los personajes emprenden un viaje en busca de la misma, que los lleva fuera del agua donde un malvado pirata llamado Barba Burger (interpretado por Antonio Banderas, al mejor estilo Jack Sparrow) intenta monopolizar el negocio de hamburguesas. Fuera del agua los personajes animados adquieren tres dimensiones e interactúan con personajes de carne y hueso.
La serie es una ácida parodia a la sociedad de consumo americana, de modo histriónico y divertido, centrada en su icono máximo: una cadena de hamburguesas. Todos los personajes representan a un ser de ese estereotipado universo: Bob Esponja el empleado del mes, Patricio el obeso consumidor, Don Cangrejo el jefe mediocre que adora el dinero, y así continúa la lista. Uno espera que la versión cinematográfica no aplaque su humor infantil y subversivo y Bob Esponja: Un héroe fuera del agua no lo hace. Al contrario, duplica la apuesta hablando de un hipótetico apocalipsis –en ese universo descabellado claro-, tan de moda por estos tiempos. Los habitantes de Fondo de Bikini entran en pánico por la desaparición de las hamburguesas y se prestan a motines sociales.
Muy propio de los años noventa, la serie tiene esa mirada consciente sobre la representación, uno mira la película sabiendo que es una película mediante ciertos recursos narrativos utilizados a modo de chiste, que hacen entrar y salir de la historia constantemente. Bob Esponja: Un héroe fuera del agua mantiene esa dinámica con algunos –muy buenos- gags. El personaje caminando en puntas de pie y el pianito que sonoriza los pasos aparece en pantalla, un gato real aparece en medio del “dibujo animado” para denostar ternura, y el mismo libro jugando al cuento de hadas que introduce la historia marina.
Lo mejor de este film dirigido por Paul Tibbitt y Mike Mitchell, sigue siendo su parodia a las buenas y sanas costumbres americanas, incluso incorpora los discursos que están de moda: el ecologista (Bob Esponja en un ataque de furia mezcla residuos orgánicos con reciclables), la idea de comunidad (el trabajo en equipo según el manual del buen empleado), o la necesidad del héroe para reinstalar el orden social y capitalista (los personajes adquieren esa forma al salir del agua).
En fin, Bob Esponja no defrauda, ni dentro ni fuera del agua.