Una verdadera sorpresa dentro del desparejo terreno del paso de comedia cinematográfico autóctono propone Boca de fresa, título sugerente y acaso kitsch que también la da nombre a un tema cuartetero de la Mona Giménez que cierra jubilosamente la película. Porque la desprejuiciada historia abordada aquí tiene que ver con el nostálgico mundo que rodea a los hits discográficos y la antigua caza de talentos musicales. Con una indisimulable evocación a los años 70, sus artistas beat, y algo de aquella legendaria puja entre la música complaciente y la progresiva, la comedia entrega unos cuantos pincelazos retro y desarrolla una trama divertida y atrayente. Boca de fresa es capaz de abarcar tópicos sentimentales y pasatistas con una frescura que supera los estereotipos, enmarcándola en un terreno de cine popular de muy buen nivel.
Escrita, dirigida y también musicalizada por Jorge Zima, esta segunda película suya cuenta la historia de un sobrino y tío que manejan una decadente productora de música y descubren que una banda noruega ha convertido en hit el remix de una antigua canción perteneciente a un cantante que ellos representaban. El aparente aislamiento de ese artista en un lugar impreciso de las sierras de Córdoba da el punto de partida de una aventura que emprende el más joven de la impresentable productora junto a su novia, engañada con un presunto viaje romántico. Brillantemente protagonizada por la pareja (real) compuesta por Rodrigo de la Serna y Erica Rivas, el film entretiene con buenas armas y algunos bien ubicados toques sensibles y románticos. Junto a intérpretes con mucho oficio como Roberto Carnaghi y María Fiorentino se destaca la excelente composición del cantautor Juan Vattuone, en un personaje clave en el film. Para disfrutar –y tararear- con un pequeño, divertido y cálido momento fílmico nacional.