Qué se puede decir de esta producción nacional que no hiera susceptibilidades, bien partamos por el principal de los males: el sonido es muy malo por lo que los diálogos no se entienden. ¿Podría ser una falla en la proyección? Por momentos parece que se trataría de un problema del actor Nicolás Saavedra, ya que habla en chileno cerrado (deberían subtitularlo), pero no, a Pablo Cedrón en muchos momentos tampoco se le entiende. La sensación es que falló la toma de sonido, y cuando por fin algo puede ser dilucidado da cuenta que más vale no escuchar esos diálogos.
Por otro lado, en cuanto a la construcción todo el filme, no es más que un muestreo constante del universo del personaje que debería haber sido actancial pero sólo está inerme en la pantalla, como si la intención sería mira lo que le pasa a este sujeto, no hay casi motivación ni menos un punto de quiebre en el mismo, menos en el relato.
El director, al comenzar la narración, se toma su tiempo para mostrar uno de los ámbitos en el que se debería desarrollar la historia, en los que correspondería implicarse en la creación de un verosímil, sobre todo del héroe por describir, pero se queda sólo en un registro minucioso de un pozo de petróleo.
Construida a partir de los grandes defectos en la que muchas veces caen las producciones nacionales comenzando por la sobreactuación; instalado en una estética manifiestamente naturalista, pero de constitución y resultado imperfecto; trabajado desde una estructura narrativa lánguida con la inherente dilación redundante de los planos y las actos; la falta total de trabajo en la construcción y evolución del personaje principal. Todo ayuda al tedio, con apenas un par de datos sin desarrollar, acrecentando dicha falencia, en los personajes secundarios, o sea todos los demás, con un guión paupérrimo, atestado de fauna urbana trabajado desde los más típicos estereotipos y clichés.
La historia se centra en Lucho (Pablo Cedrón), trabajador en uno de los yacimientos de una empresa petrolera en la ciudad de Comodoro Rivadavia, una labor muy bien paga con un sistema de jornal muy atípico, con una alternancia quincenal entre trabajo y descanso.
Casado con una mujer mucho menor que él, padre de un hijo y otro por venir, sin embargo despilfarra su dinero, sin explicación o justificación alguna, entre el consumo de cocaína, los juegos de azar, que sólo le generan deudas económicas importantes, a lo que se suma una amante, no tan bella como su esposa y bastante mayor que ésta.
En síntesis, no hay conflicto, no se sabe por qué hace lo que hace cuando lo hace, no se entiende lo que hablan, y los paisajes no son exactamente referentes de una belleza natural que seduzca.