Un lugar donde refugiarse
Simón Franco vuelve a retratar el sur argentino, luego de Tiempos menos modernos (2011), pero ya no con el estilo tragicómico que caracterizó a su ópera prima, sino esta vez desde la opresión de un personaje agobiado por la rutina laboral y familiar.
En Boca de pozo (2014), Lucho (soberbia actuación de Pablo Cedrón) vive en el pozo petrolero y esa rutina existencial se traslada a la relación que mantiene con su esposa (Paula Kohan), su madre, su hijo y la prostituta que frecuenta de la que está enamorando.
Franco divide la película en dos partes para mostrar la vida de Lucho. En la primera se posará sobre el ambiente laboral que rodea a los operarios petroleros y la rutina diaria que los lleva de la cama al trabajo y viceversa. Rutina que se verá modificada por una huelga que lo sacará de la hostilidad del lugar para depositarlo en la hostilidad de otra realidad.
Es en ese segundo tramo es donde la película da un giro para seguir (literalmente la cámara sigue al personaje durante todo el periplo) el derrotero personal de un hombre adicto -a las drogas, al juego, al sexo, a las mentiras- que busca evadirse permanentemente de esa otra realidad que le toca vivir cuando está fuera de su hábitat laboral. Mujer, hijo, madre, amante, rodean a un personaje osco y antipático que se avade de las demandas afectivas a través de cuanta adicción exista.
La historia crece a medida que vamos viendo las diferentes aristas de un personaje que da la sensación de que va en caída libre. El guión de Boca de pozo, fue escrito a tres manos por el propio realizador, Luis Zorraquin y Salvador Roselli, este último también guionista de Las Acacias (2011), película que se le asemeja y con la que se pueden establecer varios puntos de contactos.
Boca de pozo es una obra intimista, con todo el peso dramático puesto en un solo personaje, que muestra a la Patagonia desde un lugar que el cine no nos tiene acostumbrados. Un lugar tan hostil, oscuro y opresivo como la vida de Lucho.