En un país como la Argentina, un documental sobre un equipo como Boca Juniors (por caso River, o Racing, o cualquiera de los cinco “grandes”) genera la misma cantidad de adeptos y detractores apenas se ve el afiche en la calle. Ni hablar si el exitismo exacerbado que nos caracteriza se traduce en que la película sea un éxito o un fracaso comercial. Todo será motivo de cargadas folclóricas o gritos de victoria. Está claro que el estreno de “Boca Juniors 3D: La película” excede la exclusividad cinematográfica para convertirse en un fenómeno cultural. Jamás se podrá analizar el éxito de taquilla fundamentándolo sólo en las virtudes de la realización. La pasión, los colores, la fidelidad al cuadro de sus amores, volcarán a los hinchas de boca en forma masiva al cine.
Luego de ese gran documental que fue “Mercedes Sosa, la voz de Latinoamérica” (2013), Rodrigo Vila se embarcó en ésta aventura que obviamente tiene el objetivo claro: llevar gente al cine. Por ello se puede intuir la lucha conceptual librada entre dos ideas: una es cuánto de la rica historia del club quedó afuera del producto final, enfrentada con todo aquello que no podía faltar.
Hay rescates de material de archivo inédito, eso que podríamos considerar perlitas, insertado en los últimos 16 años. O sea, la era Carlos Bianchi en adelante, se convierte en la columna vertebral de Boca Juniors 3D: La película”, decorada con la presencia y la voz de los protagonistas principales de ese período. Está claro que en la post producción y la compaginación, amalgamados por un estremecedor diseño de sonido, encontramos las grandes virtudes del documental espectáculo.
Los lineamientos generales del guión van logrando los golpes de efecto en el corazón del hincha. Hay momentos de tensión dramática dados por los resultados, los goles, las lesiones y, claro… las gestas hacia los títulos que están dentro de lo esperable. También hay una línea interesante en un personaje singular. Funes se llama. Un hombre con impronta de leyenda urbana al ser uno de esos tipos que saben hasta el color de calzoncillos que los jugadores tenían en tal partido, de tal fecha, de tal año, y que constituye, dentro de la película, una línea semi ficticia que aporta una estética a lo Jean Pierre Jeunet en “Delicatessen” (1991).
Se puede decir que ésta novedad tiene argumentos para convocar a hinchas neutrales, o que no se auto impongan la bandera por encima de la historia del fútbol argentino, pero en todo caso es justo decirlo: Todos los clubes merecerían tener una película como esta.