Boda Negra: Agua de tanga rusa
Cuando la brujería y el abuso no son buen maridaje
Esta semana se estrena una nueva película de género rusa, siempre una buena oportunidad para ser testigos de cómo se tratan ciertas temáticas con otros tonos. En esta oportunidad algo que se vende de terror pero es más complejo y real: Boda Negra.
¿De qué va?
Zhenya ha sido abandonada por Cyril, su novio. Desesperada, acude a un hechizo llamado “Boda Negra” que promete volver a unirlos. Cyril regresa, pero su amor se vuelve obsesivo y amenaza a quien se interponga entre ellos, incluida la pequeña hija de ambos. El hechizo no se detendrá al morir él en un accidente, pues nada puede separar a dos amantes unidos por el demonio.
Svyatoslav Podgaevskiy es un cineasta reconocido en Occidente, se ha especializado en llevar a la pantalla grande una serie de relatos provenientes de mitos y supersticiones del folclore europeo, combinándolos con las fórmulas clásicas del cine hollywoodense de horror. ¿Ejemplos? La Novia (2017), La Sirena (2018) y, la última, Baba Yaga (2020). En esta oportunidad busca hablar sobre el abuso desde un lugar diferente.
Decir que Boda Negra es una película de terror es algo reduccionista. Sí: hay una bruja, fantasmas y jumpscares, pero lo que más terror da es la relación tóxica y violenta entre la protagonista y su pareja.
Ella es la típica niña buena y santa que quedó embarazada del espíritu libre y artista que es su pareja. Pero cuando ella lo descubre engañándola, él la abandona porque se “siente atrapado”. La violencia que genera esa victimización y falta de cuidado emocional de Cyril nos mete de lleno en la motivación de Zhenya: aunque esté mal, queremos que lleve a cabo el gualicho porque empatizamos con ella y lo queremos ver a él en la lona.
Pero para poder re-enamorar (obligadamente) a su pareja ella deberá llevar a cabo un ritual desagradable en una boda, haciendo que esa pareja no tenga el “y comieron perdices” soñado que siempre se prometen en los relatos.
El gualicho hace efecto, pero Cyril se vuelve obsesivo y (más) violento. Se mete con los familiares de Zhenya, con sus amigos, conocidos… incluso con la hija de ambos. Él sólo quiere estar con ella, que ella no haga nada más, que no esté con nadie más, que sea su musa. ¿Y cuántos casos conocemos de este tipo -sin gualicho- en nuestras amistades más cercanas?
Boda Negra usa el terror para hablar sobre las peores pulsiones humanas en una relación, aquellas que nos hacen querer a la otra persona como una posesión, una recompensa, una cosa. Y si es suficientemente incómodo ver a una mujer atrapada en un círculo de violencia con un hombre, la suma del factor “beba” termina de crear una desesperación que nos hace preocuparnos a cada momento.
La película no ofrece mucho más, hacia el final todo vuelve al plano de lo místico, ficcional y metafísico, con las fórmulas de siempre para generar terror… pero nada termina siendo más incómodo y desesperante que la realidad.