Svyatoslav Podgaevskiy es un nombre que viene asomando en el cine de género desde hace un tiempo. El cineasta ruso ya viene sonando internacionalmente desde «La novia» y «La sirena», productos desparejos pero con promisorias ideas. En un contexto de globalización, el director trabaja con presupuestos acotados e historias conocidas. Pero el enfoque que logra imprimir, aporta cierta frescura visual.
No, no estamos frente a la reencarnación de Wes Craven. Pero sí, vemos su progreso lento en el rubro, sostenido y con mayor ventas en el mundo. En esta oportunidad, Podgaevskiy va a narrar una historia sobre un amor despechado. Una joven esposa y madre, Zhenya (Yana Yenzhayeva) decide recurrir a una hechicera gitana para lograr que su amado (Konstantin Beloshapka), un artista confundido emocionalmente, regrese a ella.
Claro, todo tiene un precio en la vida. Nada es… digamos, gratis.
Para hacer realidad su deseo, tiene que hacer un conjuro llamado «Boda negra». Ups. Suena complicado ¿no? La cuestión es que, dicen los que saben, que hay cierta veracidad en este acto (es decir, hay seguidores que lo practican) y en esta oportunidad, parece tener éxito en relación al pedido de Zhenya.
Pero no todo es como debería ser. Si se pudiera decir así. Su esposo regresa a ella con una obsesión descontrolada hacia la mujer, acosandola, persiguiéndola a cada instante y tratando de estar siempre él en control de su atención. Y si bien estamos viendo una cinta de terror, parece que toda la primera parte, el foco está puesto en lo romántico fallido y lo peligroso que es «forzar» a una persona a hacer algo que conscientemente no quiere hacer.
Es cuando promedia la cinta que la cosa va in crescendo y ya dejamos atrás las sutilezas y reflexiones acerca de cuál debería ser el límite de cuidado en las relaciones, y nos adentramos en una resolución más lineal, sobre lo que ya sabemos que tiene que ser erradicado: el hechizo que envenenó el destino de esta familia.
En ese sentido, la cinta siente el cambio de registro y ofrece una imagen desbalanceada en su relato. Aparece con fuerza el repertorio del director para ofrecer algunos sustos y golpes de efecto, pero nos quedamos con la sensación de que quizás este crossover de géneros, por así decirlo, no logró ensamblarse con precisión.
Podría decirse que son casi, dos películas distintas en una, con los mismos protagonistas. ¿Está mal? No, para nada. Es válido en tanto y en cuanto el espectador las disfrute. En lo personal, todo el conflicto de celos y control, a pesar de parecer en cierto modo a una peli romántica onda «adult young», me pareció consistente. La segunda parte es más de lo que habitualmente vemos en la industria y no sorprende demasiado.
Aún con acotado presupuesto, este director logra ofrecer un relato aceptable sobre un tópico siempre cautivador para el género: los conjuros y el poder de la magia negra. Si lo tuyo es el género, es probable que «Boda Negra» tenga algo para ofrecer.