Entre el homenaje a los viejos films de terror de la productora Hammer, con aquellas neblinas y climas fantasmagóricos, el terror gótico y el festival gore, Boda sangrienta es una buena noticia. En verdad, una comedia negra (muy negra) que arranca en el abismo: el casamiento de Grace con Alex Le Domas, el heredero rebelde de una familia millonaria. El poder de los Le Domas viene de la industria de los juegos de mesa, e incluye un juego macabro: cuando llega un nuevo integrante, como la joven Grace, debe sacar una carta. Un ritual, en un castillo, que se convierte enseguida en una pesadilla cuando Grace saca la carta equivocada y descubre, más pronto que tarde, que las escondidas son en realidad un corre por tu vida, con la familia rica y estirada de su enamorado persiguiéndola con todo tipo de armas antiguas en mano. Son un puñado de personajes tan psicopáticos como simpáticos, entre los que la ambigüedad del novio destaca como elemento inquietante: ¿porqué no le contó a su amada la verdad?, ¿dónde está puesta su lealtad, ¿para quién juega? Si una maldición ancestral amenaza a la familia y les exige sacrificios, no habrá para Grace misericordia. Con mucho humor, negro y autoconsciente, y una fantástica heroína, la australiana Weaving, Boda Sangrienta arma, con poco, una película entretenida, inteligente, y muy graciosa.