EL TERROR DE LAS ESPOSAS
Nunca deja de ser curiosa la sobreestimación que tienen del acto de casarse los estadounidenses. En realidad, más que del casamiento hablamos de la boda, esa idea de la noche, que por alguna razón, debe ser ideal, perfecta e irrepetible, cargando de una de las tantas decisiones de la vida de una solemnidad incontenible que se traduce en una monumental ansiedad. Por eso las películas que se centran en bodas deambulan el límite imaginario que marca lo anterior. ¿Qué es más importante?: ¿la vida o la boda perfecta? A priori digamos que hay grises, o que es más complejo.
Boda sangrienta es sobre un casorio que sale irremediablemente mal, entre una chica común de los suburbios (Samara Weaving que, entre otras cosas, protagonizó la divertida La niñera de Netflix) y un chico rico que reniega de su excéntrica familia. La noche de bodas, la familia del novio invita a la novia a jugar un juego de iniciación, el problema es que dicho juego implica, lamentablemente, matar a la novia para perpetuar una tradición familiar.
Así de turbio todo, la película (al igual que el tráiler, al igual que la sinopsis) nos pone en situación de peligro inmediatamente junto a Grace (la novia), porque lo que les interesa a los directores Tyler Gillett y Matt Bettinelli-Olpin es acumular secuencias de tensión, violencia y sobre todo humor.
Boda sangrienta es, ante todo, una comedia, y gran parte de que funcione muy bien como tal, es por el buen elenco que tiene: no sólo la expresiva y divertida actuación de Weaving, también destacan buenos momentos de Andie MacDowell y del bueno de Henry Czerny, que interpretan marido y mujer, jefes de la familia en cuestión. Por otro lado, la clave del humor particular que maneja la película es la sensación de extrañamiento constante que nos transmite; víctima y victimarios parecen nunca terminar de entender muy bien lo que está pasando, y de hecho alguno de los segundos se meten en esta cacería ritual muy a su pesar.
Estamos además ante una película bella en el sentido fotográfico, un apartado que muchas veces el cine de terror de cierto presupuesto estándar olvida, pero que cada vez más películas tienen en cuenta con seriedad. Pienso en exponentes recientes como La bruja, El legado del diablo o El conjuro 2 y también Anabelle 3. Todas películas que tienen una coherencia estética fácilmente reconocible, lo cual además ayuda a la construcción de climas. Los climas son lo más importante en el cine de horror, todos lo sabemos.
El gran desafío de Boda sangrienta probablemente sea mantener nuestro interés durante la hora que le queda luego de la presentación de su premisa, y eso es algo que logra con solidez. El montaje paralelo que salta entre lo que intenta la víctima y lo que traman los victimarios está bien dosificado por un montaje más que correcto. La trama, por otro lado, desemboca en un final que yo imaginaba podía tener dos posibilidades, sin embargo el final verdadero nos ofrece todas las posibilidades, cuestión que puede parecer un poco pecho frío, pero que funciona bien porque aprovecha para encajar dos de los mejores gags de toda la película.