La historia de Freddie Mercury, por sobre todo, la música
Bohemian Rhapsody tiene tantos elementos para ser destacada como flancos por donde ser cuestionada. Está en cada espectador -si es más o menos fanático de Queen , y más o menos exigente en cuestiones dramáticas y narrativas- discernir si el balance es positivo o no. Lo que sí queda claro es que esta película sobre Freddie Mercury y su relación artística y afectiva con el resto de la banda británica luce muy atada a las fórmulas y convenciones de las biopics musicales, tironeada entre lo que quiere y lo que debe ser. Así, su abordaje de los aspectos más conflictivos del cantante (así como su homosexualidad y el sida) resulta timorato, puritano y, por momentos, incluso estereotipado.
¿Qué tiene para ofrecer como contrapeso? Una esforzada y lograda caracterización del protagonista a cargo de Rami Malek, una minuciosa reconstrucción de época y una impecable producción musical que reconstruye grabaciones y actuaciones en vivo. Es cierto que la película tiene algunos picos emotivos (como cuando trabajan en el estudio), pero en los 134 minutos se acumulan también escenas mediocres y diálogos tan didácticos como forzados. Es como si la película fuera una recopilación de grandes éxitos de la banda. Claro que, tratándose de Queen, grupo que regaló varios de los mejores temas de las décadas del 70 y 80, no resulta peyorativo. A buscar, entonces, la sala con la pantalla más grande y con el mejor sonido Dolby para disfrutar de esta épica musical sin dejar de mover las piernas en la butaca.