En su pueblo santafecino, Walter trata de convertirse en un exitoso dibujante de historietas. No sin poco esfuerzo logra publicar un libro y su sorpresa es mayúscula cuando lo llaman de Buenos Aires para contarle que su obra fue galardonada y que será presentada en la Feria del Libro. El muchacho rápidamente viaja a la gran ciudad para asistir a la presentación de ese volumen en el que volcó su fantasía y, también, algunos apuntes de su vida personal. Pero el destino le tiene reservado un contratiempo cuando asciende a un taxi para dirigirse al lugar en el que, presume, recibirá aplausos y congratulaciones. El conductor es un hombre hosco que, al sentarse Walter en el asiento trasero, traba las puertas y parte velozmente. Muy pronto el pasajero comprueba que en el piso del auto se halla una gran cantidad de explosivos y su primera reacción es escapar, pero todos sus intentos son vanos.
Poco a poco Walter y el desconocido comienzan a deshojar sus respectivos conflictos. El joven rebela su fracaso sentimental con una muchacha de su pueblo; el conductor confiesa su frustrado matrimonio, la infidelidad de su esposa y la muerte de su pequeña hija. Ambos van dejando entrar en ese casi minúsculo lugar fantasmas del pasado, frustraciones y planes de fuga y, al mismo tiempo, van comprendiéndose mutuamente hasta hacer de ese fugaz encuentro una extraña amistad. El hombre ya ha tomado una implacable decisión: embestirá su auto-bomba contra la casa del amante de su mujer como una venganza en la que también está en juego su vida. El director Sergio Bizzio, autor también del sólido guión, narró esta trama con certeros brochazos de suspenso y supo dotar a sus dos casi únicos protagonistas de las angustias y de los dolores que transitan por sus existencias.
El realizador de Animalada y de No fumar es un vicio como cualquier otro vuelve en éste, su tercer largo, a insertar su mirada en esos seres que luchar por subsistir en un micromundo que les es adverso con ternura, pero también con violencia. Con indudable autoridad Jorge Marrale se pone en la piel del patético chofer, en tanto que Alan Daicz aporta credibilidad a ese muchacho que, a pasos de la gloria, transitará por el repentino miedo de perderlo todo. Buenos rubros técnicos apoyan esta aventura amarga y cálida a la vez.