Una historia de seres perdidos por distintas razones, con edades diferentes, que se atascan en una relación de varios años, sin entregarse, jugando entre la atracción sexual, cercados por el silencio. El realizador Daniel Barosa, ubica a sus personajes en una playa, en una suerte de hotel. El un músico con su banda de rock que sueña con la fama y solo tiene de ella los colaterales de algunas conquistas y compañeros más interesados en la diversión que en los ensayos. Un rocker a punto de envejecer, en el límite de lo patético. Y ella una adolescente que perdió a su madre, que se escapó de la tutela de su padre, que se le adosa, no por admiración de fan, sino porque es una salida a la elaboración de su duelo. El se resiste, ella se le entrega. El elige a otras mujeres, ella lo imita. El se emborracha, ella se flagela. Cada uno lucha por acomodarse en un mundo que los expulsa. El tiempo es el tema. Y lo que hace con ellos también. El director sabe crear los momentos exactos, captar los detalles, y cuenta especialmente con el trabajo de los actores. Una Ailín Salas que puede ser una niña mujer cuando quiere, y al poco tiempo una adulta. Y Caco Clocler, que envejece y engorda solitario, y cada vez menos atractivo.