Interesante vuelta de tuerca en la temática del mundillo vampirísta
Luego de muchas temporadas de premios Oscar hay tantas teorías conspirativas como galardones otorgados, así que para no ser menos vamos a suponer que algo de fuerza hizo la nominación a mejor maquillaje y peinado para que el espectador se pregunte por “Border”: sentí algo hermoso, esta pequeña gema que se estrenó esta semana.
Antes de hurgar en los pliegues de la trama es bueno saber que John Ajvide Lindqvist es, junto al director Ali Abbasi y una tal Isabella Elköf, el guionista. El apellido suena desde aquella más que interesante “Criatura de la noche” (Thomas Alfredson, 2008) que se encargaba (muy bien) de bajar el mundillo de los vampiros a tierra, para alejarlos de la mitología de cruces y estacas, en pos de utilizarlos para contar otra cosa. Ese costado pocas veces explorado en el género como el dolor de la existencia eterna.
De la misma manera, es decir, con la habilidad que los buenos escritores tienen para mutar, fusionar los géneros, “Border” sentí algo hermoso, también instala una temática nutriéndose de elementos que juegan a reflejar los prejuicios humanos.
Contrastada con los cánones de belleza femenina de la última parte del siglo XX y este inicio del siglo XXI, Tina (Eva Melander) es fea. Luego veremos que deliberadamente se la presenta así, pero en principio hay una búsqueda estética que funciona claramente por contraste, como si ella perteneciese a la etapa anterior de la evolución del homo sapiens. Su rostro (el trabajo de maquillaje es realmente prodigioso) se asemeja a alguna de las criaturas que Peter Jackson mostró en la saga de “El señor de los anillos”, una suerte de orco salido de las leyendas nórdicas, cosa que luego comprobaremos, no es casual.
Es agente de aduana con una especial habilidad: su olfato para detectar pasajeros que andan en cosas raras. El desarrollo de este sentido es cuasi bestial pues, así como algunos depredadores del reino animal, Tina puede oler culpa, vergüenza, furia, etc, de manera infalible. Así detecta desde un traficante de pornografía infantil a mulas con droga encima. Están tan bien contados estos dos polos, sobre los que se apoya la introducción, que el tema de la discriminación se transforma en pregunta sutil en nuestra mente: si ésta mujer de aspecto tosco, facialmente deforme, introvertida, y de pocos amigos no tuviese esta increíble virtud ¿estaría trabajando allí, o en cualquier otra parte?
Un día de rutina, a bastante distancia, nuestra protagonista huele algo fuera de lo común (para ella). Algo que nunca había percibido antes en su rutina y que, por supuesto, se transforma en el punto de giro del argumento. Huele a alguien como ella, de su mismo aspecto, digamos. Vore (Eero Milonoff) accede a ser revisado, pero en esas miradas entre ambos hay impulso, identidad, y deseo contenido. Segunda sutileza temática que se instala en dos o tres planos y un momento clave para el desarrollo de la historia.
Lo que sigue en adelante conviene no adelantarlo, justamente porque de ahí en más el casi debutante director Ali Abbasi, además de engrosar sólidamente las bases argumentales de su relato, ofrece pequeños indicios de fusión de género. Drama y fantasía podrán convivir armoniosamente, porque para entonces todo lo que han construido los actores con sus personajes crece con la suficiente fuerza como para dejar instalado un drama profundamente humano, independientemente de la forma.
“Border”: sentí algo hermoso, es virtualmente una fábula sobre el miedo a lo distinto y, a su vez, un alegato sutil sobre la convivencia y los falsos prejuicios. Pero no es el guión (en forma directa) ni una compaginación de búsqueda tendenciosa lo que hace esto conclusivo, es decir no hay una bajada de línea con moraleja. Para el realizador alcanza con el texto cinematográfico y con la meticulosa dedicación al confeccionar los planos para dejar que sea el espectador quien pueda interpelar su conciencia e idiosincrasia. Nada mejor como logro para una obra de arte.