Fue una de las más agradables sorpresas de la última edición del Festival de Cannes, y se llevó el Grand Prix a la mejor película en la sección Un certain regard (Una cierta mirada).
Y es bien cierto que el nombre de la sección le cae de perillas a esta realización del iraní Ali Abbias, afincado en Suecia.
Tina (Eva Melander) es una agente de policía destinada en un puesto de Aduana en un puerto. Paradita, los pasajeros que ingresan a Suecia desde el mar pasan a su lado. Tina tiene, ¿cómo decirlo?, un poder, una capacidad inusual en los humanos. Ella huele y percibe lo que sienten los otros, sea vergüenza, culpa, ira. Apenas eleva su labio superior, ensancha las fosas nasales (su nariz es algo exagerada, y su porte no es precisamente bello) y lo detecta.
Contrabandistas, pedófilos, delincuentes, todos caen gracias a su particular aptitud.
No es como los perros entrenados que descubren la droga, porque por algún motivo los perros que entrena su apática pareja (Jörgen Thorsson) en la casa que ella tiene en el bosque, le ladran. Mucho.
Tina tiene a su padre en un geriátrico. El hombre está en el penoso proceso de perder la memoria, por lo que mucho del pasado, la niñez de su hija no la recuerda. Y Tina se pregunta por cierta cicatriz en la espalda.
Border, que tiene que ver con la frontera, sí, pero que aquí podríamos comprenderlo también como que se refiere a un personaje fronterizo, es una historia de amor, una de intriga y un policial que sigue a una red de pedófilos. Todo se complica, o mejor dicho, se engrandece, extiende y enriquece cuando el que desciende de un barco es Vore (Eero Milonoff), de similares características físicas: dientes aserruchados, grandes cejas, nariz prominente, la boca casi siempre abierta, la mugre debajo de las uñas. El maquillaje y las prótesis, verán, son importantes. Border fue candidata al Oscar este año en ese rubro. Vean las fotos de los actores en la vida real y se sorprenderán.
Tina es una mujer introvertida, que guarda un secreto. El encuentro con Vore, que conserva insectos, le abre otra perspectiva a su vida. Como si Tina saliera de su caparazón. Como si ese ostracismo y esa rutina que tan bien se ha construido mutaran para darle lugar a algo nuevo.
Y Border es, a partir de allí, como un oscuro cuento de hadas, no el del patito feo, sino el de un ser que debe recomponer autodeterminación, su confianza en sí mismo.
Abbasi se nutre de elementos del folclore nórdico, que no vamos a adelantar. El filme, que es ciertamente un film noir, concilia un clima fantástico y un horror casi sobrenatural con romance incluido. La trama pega un par de tours, nunca volantazos, que ascienden la curva dramática incluyendo un encuentro sexual inesperado y revelaciones varias.
Las apariencias engañan. Aquí y en la vida misma. “Soy deforme”, le dice Tina a Vore. “Sos perfecta”, le musita Vore.