Nuestro conocimiento general sobre el folklore escandinavo es bastante deficiente, incluso cuando un término distintivo de esa tradición nórdica suele estar al servicio del desdén y recientemente de la publicidad de automóviles. En nuestro endeble y primario imaginario político, el término trol, según la identificación política que se detente, alude tanto a una conducta de intolerancia como asimismo a un ejercicio gozoso de desprecio del oponente a través de la sentencia breve.
Los troles de la extraordinaria Border: sentí algo hermoso, segundo largometraje del cineasta iraní Ali Abbassi, no son criaturas del ciberespacio y es por eso que no están hostigando, ni desde sus casas ni desde centros de reclutamiento clandestinos, a sus presuntos rivales ideológicos. La protagonista trol de esta perspicaz parábola tiene poderes casi sobrenaturales. Su olfato es prodigioso: puede oler la rabia, la culpa y la vergüenza, como también detectar con sus fosas nasales a perversos. ¿Quién podría si no sospechar que una típica pareja caucásica se dedique a la pornografía infantil?
Tina trabaja en un control aduanero en algún punto limítrofe de Suecia descubriendo sustancias ilegales en los bolsos de los viajeros. En ese contexto, conocerá a un hombre que se le parece. Los pómulos salientes, la dentadura desordenada, la nariz hinchada los empareja visualmente. Desde una perspectiva humana, Tina y Vore parecen destinados a encontrarse; desde la mirada de un hipotético naturalista (o un exégeta de una tradición literaria), solamente pertenecen a otra especie, y en la Tierra son minoría.
El mundo de Tina se presenta de a poco. Los zorros y los alces sienten confianza frente a su presencia, y Abbassi añade un par de escenas que sugieren una comunión con la naturaleza arraigada tanto en el olfato como en el tacto. ¿Cómo filmar la intangible experiencia de la olfacción y la impresión táctil? El placer de bañarse en un río mientras llueve o la paradójica ternura y violencia implícita en toda experiencia sexual pueden casi sentirse físicamente. El cineasta se las ingenia para trasponer dos formas de percepción imposibles para el cine, hasta puede conjurar el asco dietético de alimentarse de gusanos. El poder de Border: sentí algo hermoso es justamente traspasar los límites de algunos códigos con los que se ordena el mundo: lo hermoso y lo delicioso son formas del hábito.
El alcance político de Border: sentí algo hermoso es manifiesto: los peligros del tribalismo y el desdén por los diferentes se exploran por igual. Una cierta misantropía, quizás un rasgo propio de la cultura sueca, sobrevuela, pero también es neutralizada por una discreta apelación a una ética universal que trasciende la pertenencia a la especie humana (o no sucumbe al relativismo cultural). Todo esto no se dice, se ve, articula los vínculos, labra las acciones, mientras avanza un relato enigmático y siempre impredecible.
Basada en una novela breve de John Ajvide Lindqvist, el mismo autor de la pieza literaria Déjame entrar que dio como resultado la notable película Criatura de la noche, el filme de Abbassi tiene las mismas virtudes de aquel: sobre una firme estructura de género y una tradición literaria se erige un relato cinematográfico de una solidez indesmentible, que puede incomodar, hacer pensar y conmover.