El caballero contra el rebelde
Borg McEnroe es la nueva producción del director danés Janus Metz, quien hasta ahora sólo había incurrido en la ficción tras dirigir un episodio de la serie True Detective dado que su carrera fílmica siempre estuvo más ligada al género documental, período que también incluyó una obra que da cuenta de la rivalidad tenística entre los protagonistas de su primer largometraje ficcional. Con las actuaciones protagónicas de Sverrir Gudnason, Shia LaBeouf, Stellan Skarsgård y Tuva Novotny, la película aborda el enfrentamiento deportivo que desde fines de los setenta sostuvieron el sueco Björn Borg y el estadounidense John McEnroe haciendo especial foco en la final de Wimbledon que disputaron en 1980.
El relato comienza precisamente a mediados de 1980 cuando se disputó una de las más célebres finales del torneo de Wimbledon de la historia (tal vez la más recordada hasta que Federer y Nadal protagonizaran la suya en 2008). Con una elección de encuadres sobresaliente en la que se destacan planos subjetivos desde la óptica de los jugadores y tomas en cenital que ayudan mucho para tomar dimensión del partido, Metz propone una inmersión completa en el juego y en la adrenalina que este propone para luego realizar un retroceso temporal con el doble objetivo de presentarnos a estos dos deportistas que ya sabemos que son muy buenos por el escenario donde los acabamos de ver y también para adentrarnos en su psicología y su forma de afrontar la competencia, dos elementos esenciales para conformar esa grandeza que los caracterizó. De esta forma, la película irá yendo y viniendo en el tiempo para construir un relato muy sólido que desemboca en el mismo lugar donde empezamos: la final del 80, pero esta vez hacia su resolución.
Además del trabajo de dirección, la otra pata que sostiene a la película son las actuaciones protagónicas de Gudnason y LaBeouf ya que en ellos recae el peso de mostrar no sólo a dos deportistas, sino a seres humanos radicalmente opuestos. La labor es especialmente brillante en el caso de Gudnason ya que consigue captar de gran manera la especial forma de ser de Borg, un tenista frío y calculador dentro y fuera de la cancha pero a su vez pasional y obsesionado con la victoria. LaBeouf de todas formas no se queda atrás y nos brinda un McEnroe muy convincente, con toda su desfachatez, irreverencia y hasta irrespetuosidad tanto en los partidos como en su vida en general. Lo destacable en su caso es que como actor logra mezclar los berrinches e insultos que McEnroe no se molestaba en ocultar con su faceta interna en la que se producía una batalla mental para tratar de controlarse, no perder el foco de sus objetivos pero tampoco dejar de lado su pasión que al estar tan a flor de piel también constituía su principal virtud para jugar al tenis.
En términos de guion lo que se le puede cuestionar al autor Ronnie Sandahl (al margen de alguna imprecisión reglamentaria muy sutil, cosa curiosa dada la rigurosidad de un documentalista de origen como lo es Janus Metz) es quizás la falta de equilibrio entre los protagonistas de la historia. La película se centra bastante más en Borg que en McEnroe cuando su objetivo principal es enfocar la rivalidad deportiva marcada por dos formas de ver y tomarse la competencia (y en una extrapolación, la vida) completamente opuestas. El duelo entre el caballero y el rebelde fue como se vendió en los medios esa famosa final de Wimbledon y, si bien queda perfectamente claro en la película que cada jugador representa uno de esos lados, no hay tanta profundización en el caso del singlista norteamericano, cosa que hubiera ayudado a darle mayor potencia a la resolución de la historia. En este sentido, resulta ineludible la comparación con otras películas del género como Rush o La Jugada Maestra por mencionar a dos de las más recientes y en esos casos sí es patente ese complejo trasfondo que los personajes traen consigo, lo que genera mayor identificación con el público hacia ellos y mayor compromiso hacia la historia. Tal vez el mensaje final en este caso no es todo lo potente que podría exclusivamente por este motivo.
Sin embargo, ya sea que uno ame el tenis o no tenga idea siquiera de la existencia de estas dos leyendas que fueron Borg y McEnroe, la película resulta atractiva visualmente (y sonoramente también con un soundtrack incidental magnífico que le da emoción tanto al juego como a las escenas dramáticas) e interesante narrativamente, que no es poco.