Borg McEnroe – La Película: El peso de la grandeza.
Una de las rivalidades más icónicas del deporte sirve como excusa para explorar el talento, sacrificio y mentalidad de los genios.
Antes de que Hollywood tenga la comodidad de las adaptaciones de cómics, solía descansar en las películas biográficas. Siempre es positivo que una cinta se estrene con gente esperando ya en fila para verla. Lamentablemente esto trae como consecuencia una cierta relajación: ¿Para que esforzarse en crear un buen guion con grandes personajes cuando el protagonista ya tuvo una vida real más que interesante? Es usual que este tipo de films se preocupe más por ser un espejo de baño que aspirar a ser una pintura que refleje un objeto con cierto valor agregado. Afortunadamente, el beneficio de que un género se estanque es que en el momento menos esperado puede surgir una obra que, por sorpresa y sin hacer mucho ruido, lo revalorice completamente.
Hace unos años tuvimos en Rush, de Ron Howard, una película paralela a esta. Ambas basadas en la rivalidad entre dos de los mejores atletas de sus respectivas disciplinas. La mejor forma de resumir sus diferencias sería decir que Borg McEnroe es la versión europea de Rush. No hay mucho que marcar como negativo en aquel trabajo, sin embargo se trata de una cinta completamente vacía. En contraste, este es un film más difícil de digerir, más dispuesto a experimentar (y como resultado de eso, más tendencia a fallar) e infinitamente más profundo como resultado.
Se trata del debut de Janus Metz, director que hizo sus armas con documentales, y sólo cuenta con un episodio de la segunda temporada de True Detective como experiencia dirigiendo ficción. Su experiencia documental es evidente en la identidad visual (muy expresiva y homogénea) pero sobre todo en la sensación de veracidad y cualidad histórica logradas a través de una gran dirección de fotografía, así como una impecable dirección de arte.
El film explora a dos de los mejores tenistas de la historia, protagonistas de una de las mejores rivalidades del deporte. Propone (y logra) una magistral exploración de personajes en la que yuxtapone sus aparentes diferencias mientras traza un paralelismo entre ambos atletas, aún cuando prácticamente nunca comparten pantalla. Dos genios que trabajaron toda su vida para estar destinados a la grandeza, y todo el sacrificio y el dolor de su dedicación.
El guion del sueco Ronnie Sandahl es (sin dudas) la base sobre la que esta erguida el resto de la película. A pesar de un flojo arranque, Borg McEnroe logra crear profundos personajes usando como base a las figuras históricas. Usando a su vez esos personajes para explorar temáticas de sacrificio y grandeza que no suelen ser trabajadas tan a fondo (quizás uno de los ejemplos más emblemáticos y recientes es el de Whiplash).
La fotografía se suma al uso intermitente de la cámara en mano, logrando darle esa sensación de realismo a los hechos que buscaba el director con la decisión. Aunque nunca llegando a momentos teatrales, unos contados puntazos de dramatismo con la pizca justa de sentimentalidad logran condimentar satisfactoriamente la historia. Se trata de un condimento leve, no sobra los momentos en los que los actores esten bajo el reflector con el escenario en penumbras, pero a cambio obtenemos un escenario que siempre esta bañando en luces y en el que los actores y personajes dan el 100% en todo momento.
Metz refuerza el gran guion con una de las herramientas mejor utilizadas: la música. Sin tener una increíble banda sonora, la misma va más allá de ser efectiva y alcanza a brillar gracias al gran uso que le da el director. Llena las secuencias de una tensión reptante y constante, toda la película se siente tan definitiva como la icónica final. Y asimismo, cada segundo del film transmite el estado de Borg fuera de la cancha: frío pero pasional, calmo a pesar de estar siempre al borde de estallar.
Es una película que a primera vista puede parecer hasta incluso simple, pero que entrega una exploración temática realizada de manera casi impecable y logra una propuesta inusual dentro de lo que podría ser una adaptación sin ambiciones. Se trata de un film con la profundidad y calidad suficiente como para invitar la lectura y recompensar al espectador, recomendadísima.