Borom Taxi, documental de Andrés Guerberoff
Todo documental, en última instancia, es una antropología.
La antropología, como tantas otras ciencias (si la ciencia puede llamarse ciencia hoy en día), tiene cartas de nacimiento non sanctas.
¿Qué diría una joven hoy de las acciones de Tristán, o de Parsifal?, o incluso, habría que preguntar qué le hubiese dicho hoy Merlín a Uther Pendragon. Aunque siempre se supo que Morgana le Fay tenía justas razones para hacer lo que hizo, y en definitiva la caída de Camelot se debe, igual que el fracaso de la invasión de Troya, a una violación primigenia, aunque éste y otro infinitud de problemas quede desdibujado y oculto dentro del texto, para que cada época desentierre de esa historia la fuente de su indignación, (a ciencia cierta, cada vez que se pone en perspectiva un tema, se termina velando otro).
La antropología, como tantas otras ciencias, tiene su acta de nacimiento en la necesidad que los países epicéntricos tienen de conocer los usos y costumbres de las culturas que van a servir como fuente de materia prima y fuerza de trabajo, lo que todavía hoy es facilitador de sus respectivas expansiones económicas.
Uno de los trabajos más famosos y por todos conocido, es el de Malinowski en las Islas Trobriand, y una de las críticas más famosas que se le hace es que, a pesar de que sus textos surgen de la observación directa (modelo de las ciencias naturales del S XIX ) , de la innovadora actitud de Malinowski de convivir supuestamente inmerso en la cultura que estudia, éste no deja de tratar al aborigen como una cosa, sin interrogar por ejemplo qué modificaciones introduce su propia presencia y finalmente, el sujeto de estudio no es más importante y no excede al de una ballena o un raro insecto.
Un documental siempre está vinculado a una antropología. Digo esto entendiendo que cada antropología tiene un marco teórico, sabemos que no hay observacion posible sin la introducción de una subjetividad ocal y de clase o sea una ideología, o Espíritu del Tiempo o si quieren también una sensibilidad epocal; está el funcionalismo, el materialismo dialéctico, el estructuralismo, post estructuralismo, el de Boas o incluso el de Pinker entre muchos otros.
Hipótesis, la distancia entre el documental y la ficción no está tanto, dada por la relación de proximidad entre la realidad y la verdad, sino por su compromiso para con una determinada antropología.
Digo esto, porque, en principio, el film de Guerberoff, parece tener el cometido de introducirnos a través del migrante senegalés Mountakha, en la vida y costumbres de aquellas personas que vemos, siempre lejanas como borrosas en nuestra vida; alguna vez fueron los polacos, otra vez fueron húngaros, también armenios, o cualquier pueblo o persona que por diversas razones decide migrar, siempre extraños distintos, casi siempre son el Otro, que en este particular caso y en un mundo que se percibe blanco, ese Otro es negro y su fuente principal de ingresos es la venta callejera de bijouterie. Pero finalmente solo vivimos una breve ilustración en forma de paseo, de lo que pudiese ser cualquier migrante, incluso el de un argentino en París.
Si su comienzo, un lento travelling con la voz en off no traducida del protagonistas, nos recuerda a los mejores trabajos de Herzog, y así prometiendo una gran película; el resto del metraje adolece más bien del mal del sueño, el producto de un estudiante apático que debe llenar el tiempo por pura obligación.
Veamos lo que no se dice.
Desde finales de la década de 1990[1], Argentina tiene un flujo migratorio de diversos pueblos africanos, Los más numerosos en latinoamérica son los procedentes de Nigeria, Somalia, Etiopía, Kenia y Eritrea[2]. La migración de subsaharianos mantiene un flujo marginal en relación a la que, hasta aproximadamente 1950, brindó Europa, o a la asiática que, desde la participación de filipinos en la guerra de independencia en el segundo barco de Hipólito Bouchard (dato extraño que me encontré escribiendo esta nota), continúa ininterrumpido hasta hoy. Los senegaleses son el colectivo Africano más numeroso, su lengua principal es el Wólof, el Francés, pero también el Diola o el Seer y su religión se reparte principalmente entre el musulmán y en mucho menor medida el cristiano; aunque el animismo todavía en los ´60 era común, en la actualidad va en vías de desaparición.
Diferentes textos señalan que Argentina se autopercibe y se define como “blanca”. Esto es producto de un complejo proceso que combina la construcción de una identidad que miró primero a Europa y pero también a EEUU (Sarmiento), que a fuerza de haber invisibilizado la diversidad étnica[3] condujo por un lado a una supuesta homogeneidad cultural (principal función de la escolaridad “patriótica”) y por otro, como resultado directo, una percepción de que todo lo que está afuera de ese núcleo fundacional blanco Italo-Español pero también, Judío, Sajón o Centroeuropeo sea visto como exóticos[4].
En este contexto se desarrolla el film de Guerberoff, que como su director dice, (aproximadamente) es en realidad el desarrollo de una breve escena de otro proyecto mayor, el que iba a ser una ficción, pero que terminó en este supuesto y aparente documental que se ampara en el término “híbrido”. Film que se toma todo el tiempo para mostrarnos, casi en tiempo real, a su protagonista deambular por calles de CABA; hablar por teléfono con su lejana familia, mostrarnos de improvisto una panorámica de una nada despreciable calle de Dakar, todo esto sin profundizar en algo, indagar en poco, preguntar nada, la sensación es la que proporciona esa ya tradicional porción de torta, tan deseable que se puede expende en la cafetería de cualquier Shopping, de aspecto exuberante, pero que finalmente resulta insípida al paladar.
Godard tenía una estrategia (esto dicho por William Klein (1928)) que a mí me resulta siempre graciosamente brillante. Dice que Godard dejaba que la gente opinara lo que quisiese sobre su film que sobre analice y sobre analice, sin inmiscuirse ni opinar nunca así se han construido montañas de teorías sobre sus filmes, sin que él haya aportado más que su obra, algunas veces de apuro otras sin gana alguna y como buen mago, siempre con una sonriza y un conejo en la galera; de algún modo, pero en una versión “atalo con alambre” el director se deja llevar por lo que de su obra dicen, “yo quise hacer una ficción, pero me dijeron todos que era un documental”
Una de las cosas que más me llamó la atención, y no es cosa menor, es que no se haya encontrado nadie de la comunidad senegalesa en la sala, ni personal de la embajada, ni el o los protagonistas. Sentí la misma sensación que frente al trabajo de Malinowski: estábamos ante un objeto exótico, de interés más bien cinéfilo, que sólo la ideología nos lo hace sociológicamente empático.
luego el film seguimos sin saber nada de su lengua, más que escuchar un par de canciones que no están traducidas. No dice tampoco quién es o qué es Bamba, palabra que se repite una y otra vez, no sabemos qué significa, no hay ningún esfuerzo del director para hacer comprensible lo que pasa. ¿Habrá algo tal como el derecho del espectador a no ser maltratado, subestimado, a no aburrirse, una suerte de derecho a entender? Una gran crítica, mucho mayor que yo, que no solía andarse con chiquitas, en un congreso, donde los ponentes no habían llegado a horario, dijo que hacer perder el tiempo también es una actitud fascista.
Lo que el film no dice
En Senegal, dentro de las ramas de islamismo de orientación Sufí, está lo que se llama Hermandades. Los llamados Mouridistas es una de las principales. Cada una de estas Hermandades tiene su ciudad o centro religioso, la ciudad de Touba, donde está la mezquita más grande de África es su centro religioso. Su fundador Amadou Bamba (1853–1927) un personaje extraordinario; era asceta, escritor místico, recitador del corán entre otras cosas, predicaba con el exilio y la paz, su bisabuelo fundó la ciudad de Mbacke-Baol, donde nació.
Cada año, los mouridistas conmemoran el exilio de Bamba durante lo que llaman el Magal o Gran Magal de Touba, celebrado en la ciudad santa de Touba festejando la vida y enseñanzas de Bamba. Anualmente no menos de dos millones de personas hacen esta peregrinación, en La Plata todos los años se hace una peregrinación, el martes 6 de octubre (18 de Safar del calendario islámico). Así nos enteramos que las preguntas por Bamba de nuestro protagonista, tiene fundamentos éticos y morales, mira nuestra sociedad desde preceptos que distan mucho de los nuestros y su viaje podría también ser un u viaje de exilio, tal como Bamba lo hizo durante la dominación francesa.
Tampoco nos enteramos que el lamento de nuestro protagonista “soy esclavo de los blancos” no es único, y que hay infinidad de historias diversas, hay una red de comunidades interconectadas de cuya existencia el film no logra dar ni cuenta ni problematizar, como tampoco las relaciones entre los diversos migrantes, religiones y sus costumbres, solo mostrar que desde una distancia de teleobjetivo, que así se vuelve simbólica, ahora no solo es una solución técnica no intrusiva, sino una actitud del director frente a la historia, un problema que en realidad es complejo y de múltiples aristas. Tampoco muestra por ejemplo, que las migraciones están mediadas por los diversos convenios que diversas naciones latinoamericanas tienen con África en general y con Senegal en particular. (Colombia, Ecuador, Brasil, Argentina)cosa que se suma a las costumbres migratorias de las comunidades de esos países.
Nos dice Bernarda Zubrzycki[5] :
“Algunos senegaleses llegaron a Argentina como polizontes en bodegas de barcos, pero son casos excepcionales. Es interesante señalar que muchos medios de comunicación argentinos suelen catalogar a todos los migrantes africanos como refugiados venidos como polizontes, huidos del hambre y la miseria extrema y víctimas de redes de tráfico de personas. En parte esto se explica, por un lado, por la confusión entre refugiado y solicitante de refugio: casi todos los senegaleses que llegan a Argentina inician el trámite de solicitud, pero son muy pocos los que han obtenido el estatus de refugiado. Por otro lado, existe un discurso que victimiza al migrante, como señala Ramón Sarró, con insistencia en el tema del sufrimiento y subestimando el hecho de que hay migrantes cuyo viaje no se ajusta a este modelo. Es una migración básicamente masculina y, como en muchos otros grupos, no son los más pobres los que migran; muchos tenían algún trabajo en Senegal y pudieron ahorrar para el viaje o recibieron ayuda de la familia. En algunos relatos aparece la idea de «aventura», de salir para «conocer el mundo», pero para la gran mayoría, la migración es una situación impuesta por la necesidad de enviar remesas y mantener a la familia extensa. El rol de varón proveedor y la necesidad de mantener un prestigio social con la propia familia y con la comunidad es muy fuerte y atraviesa la mayoría de las trayectorias migratorias”[6].
A pesar de que nos muestra un cantante, (ahora sabemos o podemos suponer que es durante el Magal), pero el director se despreocupa en decirnos en qué contexto se da, es sólo una nota de color, si es una fiesta o un recital, qué comunidad es, tampoco traduce ni dice qué es lo que canta (supongo que son las enseñanzas y vida de Bamba). pero el film no responde nada, nada. Siempre llegamos al mismo callejón, siempre con las manos vacías.
Tampoco el director parece querer sumergir su cabeza en problemas tales como los reclamos por el esclarecimiento del asesinato del activista senegalés Massar Ba ni la existencia de la Asociación de Senegaleses de la República Argentina (ARSA), organizaciones de derechos humanos y diversas agrupaciones de afrodescendientes, entre ellas la Comisión Organizadora del Día Nacional de los/as Afroargentinos/as y de la Cultura Afro, la Agrupación Xango, Todos por Mandela, Sociedad de Socorros Mutuos Unión Caboverdeana, Asociación África Vive, Asociación Misibamba, Instituto de Investigación y Difusión de las Culturas Negras, A Turma da Bahiana y el Movimiento Afrocultural entre otros.
El Director hace sólo mención oral (el) de una supuesta “religión Islámica de de orientación Sufí” cuyo carácter es netamente pacifista, cosa que tampoco muestra, tampoco indaga, sigue diciendo: “cosa por lo cual este colectivo preferiría estar alejados , ¿un tanto invisibilizado pregunto yo?, de todo problema; como el trabajo de Zubrzycki deja claro, la realidad de la inmigración Senegalense queda muy distante a la luz que sobre el mismo parece estar dispuesto a echar el el autor del film.
Borom Taxi, quiere hacer una poética sin conocer los poetas africanos, un film que a mi pequeño juicio podría haber sido un Ulises, una gran historia, un film que tiene todos los temas para ser gigante, pero que no puede ni siquiera ser el enano que viaja a sus hombros, un film que podría aportar a la compresión y entendimiento de una comunidad, mejorar la convivencia, participar de un proceso de inclusión, de hecho, el primer sushiman africano es Senegalés y vive en la Argentina, pero el director queda finalmente atrapado por sus propios reflejos y se extravía en un largo tiempo de navegación.
[1] https://nuso.org/articulo/ser-africano-en-argentina/
[2] https://nuso.org/articulo/ser-africano-en-argentina/
[3] Orlando Gabriel Morales: «Nuevas dinámicas migratorias globales y representaciones locales sobre los negros en Argentina. El caso de las percepciones de agentes de la Policía bonaerense sobre recientes migrantes africanos» en Sociedad y Discurso No 18, 2010.
[4] https://nuso.org/articulo/ser-africano-en-argentina/
[5] Bernarda Zubrzycki es antropóloga. Se desempeña como docente-investigadora en la división de Etnografía del Museo de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y es investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina.
[6] R. Sarró: «La aventura como categoría cultural: apuntes simmelianos sobre la emigración subsahariana» en Revista de Ciencias Humanas No 43, 2009. El autor también deja claro que pensar la migración en términos de aventura no supone oponer aventura a necesidad, y mucho menos a sufrimiento.