La madre ausente
Hay una contundencia temática y una urgencia en Borrando a Papá (2014), de Ginger Gentile y Sandra Fernández Ferreyra, que trasciende su puesta en escena casi televisiva. El documental pretende construir un alegato sobre una problemática que exige una revisión pero termina convirtiéndose en una exhibición de casos que no logran cohesión y que rechazan una constitución formal y una entidad fílmica.
El disparador de Borrando a Papá es hablar de la realidad de un sistema judicial que mantiene una jurisprudencia favorable a las mujeres en el caso de separación de matrimonios sobre la tenencia de los hijos. Y esto más allá de cualquier posibilidad de violencia ejercida por la mujer sobre los niños o el propio marido. Sobre ese "oídos sordos" que hace la justicia es que los directores arman un alegato pro padres sin importar nada más. Y justamente ese es su principal error.
En la exposición casuística se buscan palabras y relatos afines al documental, llegando a utilizar, por ejemplo, hasta la cámara oculta para "victimizar" aún más a los seis o siete hombres que serán objeto de la narración de Borrando a Papá y con los que se quiere universalizar la temática. La violencia expuesta en esa exhibición solo hace restarle fuerza a una problemática que bien podría haber contado con otro tipo de resolución más que la del simple envío televisivo, en el que las imágenes mediatizadas buscan ser efectistas para afirmar o resaltar una posición sobre un tema o disyuntiva.
Claramente las directoras toman partido por los padres y eso resiente la estructura de un film que bien podría haber sido otra cosa y que solo queda en la denuncia maniquea y demonizante. Si en su anterior largo (Mujeres con pelotas), para el caso, Ginger Gentile lograba profundizar sobre el futbol femenino y relevaba testimonios 360 y no se quedaba con solo unas voces, en esta oportunidad junto a Sandra Fernández Ferreyra se queda a medio camino. Aquí la madre, el objeto de denuncia, no aparece, salvo por la cámara oculta, que la muestra como como un ser completamente irracional que niega la posibilidad de ver a sus hijos al padre por mero capricho.
A través de testimonios de "victimas" y de especialistas, y de la incorporación de "casos" por la utilización de imágenes mediatizadas Gentile y Fernández Ferreyra afirman su posición sin mirar hacia otro lugar ni incorporar la voz que falta para completar su hipótesis.