El mundo del boxeo demostró ser uno de los deportes más fértiles para plantear una historia cinematográfica. Sería una obviedad hablar de la saga Rocky (¿las películas deportivas más recordadas?); tenemos otro clásico como El Campeón,
Hasta el último round de Ron Shelton, Golpe a la vida de Jim Sheridan, nuestro Gatica: El Mono, y hasta Gigantes de Acero era sobre robots... boxeadores.
Tampoco los documentales han sido ajenos, y a mitad de este año, se estrenó Boxeo Constitución de Jacob Weingartner sobre un grupo de adolescentes que peleaban contra su condición social entrenando en un gimnasio debajo de un puente ferroviario de la línea Constitución.
Este mundo de lucha y superación personal, de enfrentarse a las adversidades, que habla mucho más que de una simple pelea contra un contrincante, vuelve a encontrar su formato en Boxing Club, primer documental de Víctor Cruz luego de su debut en la ficción con El Perseguidor.
Es el gimnasio Ferroviario, cerca de la Estación Constitución, allí transcurren varias historias de vida, en especial la de Jeremías Castillo, peso pluma, que entrena para una próxima pelea; y su entrenador, Alberto Santoro, todo un personaje en sí mismo.
A esta altura es importante recalcar qué diferencia a Boxing Club de un documental tan similar en su temática como Boxeo Constitución. Ciertamente ambos son parecidos, pueden ser vistos hasta uno como la continuación del otro, las posturas son similares y el ámbito es el mismo...
Pero en Boxing Club cobra más importancia el aspecto deportivo, mientras que en el film de Weingartner hablaba de adolescentes escapando de su destino inminente; en Boxing Club es un joven queriendo cruzar la barrera profesional y su entrenador que lo apoyará en los momentos justos.
Santoro intenta marcarles el rumbo del bien, corregir a estos jóvenes y llevarlos por el buen camino.
Es mucho más que un entrenador de golpes, es consejero fiel, hasta una suerte de voz de la conciencia, y más aún, de la experiencia.
No es casual que Cruz haya sido el guionista también del reciente documental La Toma, ambos presentan “decisiones” similares. La cámara no es invasiva, se percibe como un punto alejado, como un tercero que ve todo sin entrometerse, dejando a sus criaturas actuar con total naturalidad. Boxing Club propone un recorrido, desde los primeros golpes hasta la pelea final, y ahí veremos cuál fue el aprendizaje.
No necesita de preciosismos, ni de regodeos estéticos, es solo un botón de muestra, dios vidas cruzadas que juntas se apoyan, en un deporte que pareciera demostrar que más que la victoria sobre el otro, importa la victoria sobre los orígenes.