El tiempo, la vida y todo lo demás
El director Richard Linklater logró un gran trabajo en la película que traza un recorrido desde los sentimientos.
Doce años de la vida de Mason Evan Jr. (Coltrane) transcurren frente a cámara, en registro real, desde sus años iniciales en la escuela hasta su arribo a la universidad. El tiempo fluye a través de elipsis imperceptibles jamás subrayadas por información innecesaria.
Los hechos no son excepcionales y Linklater, por lo tanto, se dedica a mostrar un crecimiento, una serie de cambios, un puñado de vidas de acuerdo al devenir del tiempo. Los padres de Mason (Arquette y Hawke, ambos extraordinarios) están separados, se equivocan en sus elecciones y decisiones, pero los años también transcurren para ellos. Y está la hermana mayor del protagonista, primero niña, luego adolescente, más tarde mujer, la cálida y tímida Samantha (interpretada por la hija del cineasta). Y otros personajes y otras historias, pequeñas, nada trascendentes: la nueva pareja de la madre, amigos, padres, la historia de los Estados Unidos como marco de época (Obama presidente, la guerra de Irak), pero sólo lo necesario porque esto, por suerte, no es Forrest Gump. Mason crece frente a nosotros, se muda con su mamá y hermana, se reencuentra con su padre, va y viene buscando su lugar en el mundo. Está creciendo, recorriendo esos años donde se define buena parte de una vida a futuro. Pero son sólo doce años los que Mason/Coltrane crece ante nosotros y la sensación final es que se quiere seguir viendo a este grupo de personajes tan cercanos, afables, imperfectos, sinceros.
Linklater lo hizo y eso que venía de cerrar la gran trilogía del amanecer-atardecer y de medianoche con la pareja Julie Delpy y su fetiche actor Ethan Hawke. Pero la ambición de Boyhood es superior y supera cualquier expectativa. Mason y los suyos, los que están cerca de él o aquellos que conocerá con el devenir de los años, son personajes ordinarios convertidos en extraordinarios a través de un rodaje de más de diez años y pocos días junto a una minuciosa y trabajosa edición final. A ellos los vemos crecer, envejecer, cambiar, sumar inquietudes artísticas, pelearse y reconciliarse, pero sin caer en clisés y lugares comunes. No hay primer beso ni experiencia sexual inicial en la vida de Mason. Eso está implícito y por ese motivo no se necesita exhibirlo.
La vida se cruza con el cine en Boyhood sin hechos resaltantes, sólo rescatando ese puñado de años del período formativo de un personaje. Film-experimento pero recorrido desde los sentimientos, donde se concilia la vida con el cine, o el misterio de la vida con el misterio del cine. Por suerte, Linkater dedicó parte de la suya para construir esta gran película.