Los primeros instantes de Breve historia del planeta verde no difieren del habitual universo cinematográfico de Santiago Loza: un sutil acompañamiento a personajes con algún tipo de herida emocional. Es el caso de Tania, una mujer trans que acaba de perder a su abuela y debe viajar al interior del país, junto a sus amigos Daniela y Pedro, para ocuparse de la casa vacía. Pero no tarda en aparecer un elemento disruptivo: la mujer que cuidaba a la abuela los anoticia de que la anciana ha criado un extraterrestre -sí- que encontró perdido y que su última voluntad era devolverlo al lugar de donde vino.