Tras su premiado paso por Berlín y por el Bafici, se estrena esta especie de cuento de hadas, disfrazado de road movie y ciencia ficción, que apuesta, sin panfletos ni didactismos, por la diversidad.
Tres amigos (destacadas actuaciones de Romina Escobar, Paula Grinszpan y Luis Sodá) viajan juntos para acompañar a una de ellos, Tania, una chica trans, a la casa de su abuela recientemente fallecida. Hay que hacerse cargo de la casa y de la última voluntad de la mujer muerta. Esa sorpresa los lanza a una aventura impredecible, inesperada y que cambiará sus vidas.
Loza construye una road movie amorosa y emotiva con las armas de la sensibilidad y la poesía. Se arriesga caminando por una delgada línea, donde el ridículo y el realismo (mal entendido) se asoman a cada lado, y nunca cede ni se cae. Ama a sus personajes y confía plenamente en lo que cuenta no desconociendo ni a la posmodernidad ni al cinismo, sino como si no hubiesen triunfado en nuestros tiempos. Y esa potencia es revulsiva y revolucionaria.
La cámara flota registrando lo que sucede y nosotros con ella. La ostranenie producida nos ubica en un registro desautomatizado y de puro extrañamiento para hablarnos de los seres dejados de lado, vilipendiados, marginalizados, los descastados, pero sacándolos de la victimización para empoderarlos desde la confianza y la serenidad de saberse iguales a cualquiera, defendiendo su diferencia con una amorosa ternura. Una experiencia original y de un humanismo fuera de época pero imprescindible.
Sensible, poético, revolucionario, este nuevo film de Loza humaniza la diferencia con una amorosa ternura.