En las últimas semanas se han estrenado en la Argentina dos producciones con guión del también director francés Luc Besson (“El perfecto asesino”, “El quinto elemento”) y, como bien dice el maestro de guión Jean Claude Carriere en su libro “La película que no se ve” (edición Paidos), el guión como objeto primario desaparece durante la filmación.
“Brick Mansions” podría ser el caso de enfrentarnos a la situación de modificaciones del texto escrito transformado en imágenes. Lo primero que se observa es la desaparición del tema recurrente de Luc Besson, ese lugar de importancia que él le otorga a la mujer en todas sus películas, tal como se puede observar en “3 Dias para matar”, otro de los estrenos de la semana..
Es un filme de género, casi encuadrado exclusivamente en el de acción, por lo que la vedette, en términos cinematográficos específicamente hablando, es el montaje acelerado, de cortes rápidos, muchos planos de fracción de segundos, peleas, persecuciones a la orden del día, y por supuesto el infaltable ralenti que por su uso excesivo produce más fastidio que asombro estético, todo sólo para justificar el lucimiento acrobático de los actores.
Para que todo esto fluya convocaron a un especialista en acrobacia, en realidad los que saben dicen que es el mejor en esa actividad, una disciplina originaria de Francia que utiliza los espacios citadinos, edificios, techos, escaleras, paredes lisas, para su lucimiento, porque si vamos a ponernos en detallistas su personaje podría desaparecer sin hacerle mella a la narración.
La historia, además de ser demasiado pequeña, es como ya vista infinidad de veces, muy reiterativa. Hay un lugar (el que da titulo al filme) en la ciudad que esta ocupado por los indeseables, narcotraficantes, delincuentes, gente pobre (viste), y canallas de todo tipo. El intendente quiere erradicar ese antro, pero esconde un interés espurio, que se anticipa el principio de la narración, por lo que los malos no son tan malos y los buenos, no lo son por definición del puesto que ocupa, ergo, de suspenso poco y nada.
Es claramente un entretenimiento con aires de denuncia. El problema que se aprecia a partir del primer punto de quiebre son los personajes mal delineados que comienzan a generar cierto estiramiento del relato y tornarlo un tanto confuso.