Vuvuzela cinematográfica
Para los amantes del fútbol, las vuvuzelas que abundan en las tribunas del Mundial de Sudáfrica son una verdadera desgracia. Las tan mentadas trompetitas impiden escuchar a la persona que está al lado (pregúntenle sino a Demichelis en el gol de Corea del Sur). Alguien incluso sugirió prohibirlas, pero la incontinencia del público local hace que sea imposible eliminar lo que es ya un hábito social.
A algunos les parecerá ridícula esta analogía, pero esta versión cinematográfica de Brigada A, la popular serie televisiva de los años ’80, es algo así como una vuvuzela cinematográfica: la idea es construir una incesante, interminable, ampulosa catarata de set-pieces a puro CGI en la línea de la saga de Misión: Imposible (o de James Bond) y nada más. No importa la historia, no importan los personajes, no importan la verosimilitud, ni la justificación. Todo sea por generar adrenalina, impacto y velocidad. Así el resultado es bastante similar al de una cornetita sonando muy cerca de la oreja: aturde.
Si el análisis “artístico” sólo puede llegar hasta aquí (queda por desmenuzar qué secuencia de acción es más o menos espectacular que la otra), en términos ideológicos la película es también penosa: empieza burlándose de los mexicanos (todos sucios, feos y malos) y luego seguirá sin dejar títere con cabeza. Uno podría buscarle la vuelta (por el lado de la incorrección política), pero no estamos ante un film de Quentin Tarantino sino frente a uno de Joe Carnahan (Narc, calles peligrosas y La última carta). Por lo tanto, no hay aquí atisbo de fina ironía sino que se cae en la reivindicación de estos mercenarios ¿con onda?, en el elogio de la guerra como arte y profesión. Al menos, hubiese sido más interesante en términos visuales si la dirección hubiese recaído en alguno de los hermanos Scott (Ridley o Tony), que aquí figuran como coproductores.
En la comparación, los cuatro personajes de esta Brigada A modelo 2010 (Liam Neeson, Quinton Jackson, Bradley Cooper y Sharlto Copley) resultan menos inspirados y simpáticos que sus antecesores. Por más que se esfuerzan en lucir cancheros, en muchos momentos terminan hundidos en el patetismo por las ridículas situaciones o insufribles diálogos que tienen que sobrellevar. Ni que hablar de la bella Jessica Biel, único personaje femenino con un mínimo de peso dentro de este mastodonte testosterónico y pirotécnico, que no pasa de ser un mero objeto decorativo.
Algunos dirán que estamos ante un cine pochoclero (lo cual es cierto), sin grandes aspiraciones intelectuales y con el único objetivo de entretener. A mí, más allá de las explosiones o de las persecuciones aéreas, terrestres o navales que hay cada 30 segundos, la película no sólo no me interesó sino que me terminó abrumando e irritando. Puede que algunos disfruten de esta vuvuzela cinematográfica que no deja de atronar ni un segundo. Yo prefiero un cine de Hollywood que -sin descuidar la contundencia de sus imágenes- también tenga algo que decir y se preocupe además en cómo decirlo. Christopher Nolan, James Cameron, Steven Spielberg, Guillermo Del Toro, Peter Jackson, David Fincher, el apuntado Tarantino y muchos otros directores son ejemplos de que no sólo es ruido y vértigo lo que la Meca del cine puede ofrecernos en la actualidad.
PD: ¿Lo mejor de la película? Una simpática escena en la que se burlan del boom del 3D.