Anti-hijo y anti-héroe
Los hermanos Gunn (James como productor, Brian y Mark como guionistas) junto con el director David Yarovesky dieron forma a una idea que seguramente cruzó la mente de cualquier fan promedio del mundo de los cómics y los superhéroes: ¿Qué pasaría si Superman fuera un villano en vez de un superhéroe? Sobre esa idea base construyeron Brightburn: Hijo de la Oscuridad (Brightburn, 2019) una película que tiene cautivados desde hace meses a neófitos y entendidos del tema.
La historia comienza con Kyle (David Denman) y Tori Breyer (Elizabeth Banks), una pareja que vive en una granja de la zona rural de Kansas, incapaces de concebir un hijo propio. Pero todo cambia cuando un meteorito se estrella cerca de su propiedad, conteniendo a un niño extraterrestre dentro. Los primeros años pasan sin problemas y el pequeño Brandon Breyer (iniciales poco casuales dentro de la génesis superheroica) crece y se convierte en un niño afectivo y con una inteligencia destacable.
Pero todo parece cambiar al cumplir 12 años, momento en que Brandon descubre ser portador de poderes y habilidades sobrehumanas. Hasta aquí todos los elementos dentro de la historia remiten directamente a los orígenes del Hombre de Acero y más específicamente a su alter ego Clark Kent, pero lo que sigue a continuación es la metamorfosis de un personaje que no usa sus poderes para hacer el bien, sino todo lo contrario.
De aquí en más lo que vemos no es la historia de Superan o un Superman inverso, sino algo mucho más cercano a The Ultraman, un superhéroe del propio universo de DC Comics que funciona como espejo de Superman: vive en una tierra paralela y usa sus poderes para hacer el mal. Pero la película elije transitar el camino del Terror por sobre el camino del tropo superheroico, y construye un protagonista cuya oscuridad podría equipararse con aquella de Damien en La profecía (The Omen, 1976), Charlie en Llamas de Venganza (Starfire, 1984) o los niños albinos de El pueblo de los malditos (Village of the Damned, 1995).
Elizabeth Banks es uno de los puntos altos, interpretando a una madre que se debate entre el amor por su hijo y el temor por la amenaza inminente en la que se está convirtiendo. Jackson A. Dunn hace un trabajo correcto poniéndole el cuerpo a Brandon Breyer, pero sin superar la media del subgénero que podríamos llamar “niños malvados”.
El marco del film es pequeño pero va tras un concepto pocas veces explorado dentro de la aglomeración generada por el cine superheroico colorido de la última década, funcionando como contrapeso. Pero conforme avanza el relato, le falta ambición para lograr algo realmente destacable, que avance más allá de una premisa cautivante. Es posible que Poder sin límites (Chronicle, 2012) haya logrado mayor efectividad y mejores resultados al momento de construir la historia del superhombre que elige el camino más oscuro y menos transitado en la pantalla grande.
Con una propuesta que no termina cumpliendo con todo lo que promete, lo más cercano que tiene para ofrecernos Brightburn: Hijo de la Oscuridad probablemente se encuentre en su epílogo. Quedaríamos más satisfechos pensándola como una película de Terror, una historia breve antes que una de superhéroes. Si eso alcanza o no, es una pregunta que tendrán que responderse a si mismos los espectadores en primer lugar, y en segundo los productores, según el potencial como franquicia que vean en todo esto.