Viveza criminal
Gustavo Postiglione filmó un policial en el que la noche rosarina es habitada por personajes teatrales, al amparo del género.
Dos escenas aparentemente inconexas marcan los dos saltos narrativos con que Gustavo Postiglione ofrece su policial Brisas heladas, con guiños al cine, el género policial y espacios de Rosario que sus vecinos reconocen.
El conflicto entre Bruno y Mabel, hermanos que andan en la mala, cada uno por su lado, funciona como núcleo psicológico de la historia que va trazando líneas narrativas con prolijidad y sin sorpresas. La película está basada en la obra de teatro homónima de Postiglione, génesis que quizás explica que el fuerte de Brisas heladas está en las interpretaciones actorales y en la construcción de personajes.
Un bolso desata la ira del capo mafia, devaluado matón de barrio, el rol del siempre inquietante Norman Briski. Antonio amenaza desde la mesa de un bar, flanqueado por dos caras de malo.
Los dramas personales se desatan en ambientes claustrofóbicos. Se anunció que el Museo Arte Contemporáneo de Rosario (Macro) fue acondicionado como el loft de Bruno, espacio aséptico, con puertas corredizas, lugar donde los hermanos hablan un buen rato de películas, diálogos que desvían la atención del tema principal, escueto y planteado con respeto al género. Sale el tema de Steve Mc Queen, la música de Carpenters que escuchaba el padre, Love Story, el clan Mason, la muerte de Sharon Tate, Roman Polanski y El bebé de Rosmary.
Postiglione juega el guion con ejercicios de estilo, la música que él mismo compuso, la dirección de arte preciosista de Ana Julia Manaker y la fotografía de Héctor Molina que potencia la imagen de Rosario como ciudad cosmopolita, escenario del hampa. La imagen es urbana y universal, sin localismos, como si el cine policial borrara las marcas propias.Lo sórdido en la película aparece bajo el encanto de la ficción.
Juan Nemirovsky es Bruno, un hombre ambicioso e inseguro, a la vez. María Celia Ferrero, Mabel, trabajó los cambios emocionales, del limbo creíble al estallido, de víctima a simuladora. La relación entre hermanos pone un condimento interesante aunque la resolución sea lineal, desaprovechando el potencial del vínculo. En tanto Elli Medeiros, como Carmen, pone la cuota de primera dama endurecida por la proximidad del delito.
El interrogatorio, amable, se inserta mientras el flashback descubre los motivos del conflicto y amontona muertes. Gastón Pauls, como el fiscal, mide la capacidad de Mabel para enfrentar la ley. La película pierde ritmo por el tratamiento clásico del interrogatorio, con primeros planos y la teatralidad de Celia Ferrero para vestir su personaje de ambigüedades.
Brisas heladas es una historia de viveza criminal en la que Postiglione no deja nada librado al azar. Deja atrás las improvisaciones y la cámara inquieta de otras películas, para meterse en un género que, como la valija de Mabel, está lleno de juguetes.