Noche sin lunas ni soles
El director de El asadito regresa al cine luego de una prolífica producción en teatro y TV con un estilizado thriller con toques noir.
Tras seis años de ausencia (su último estreno había sido Días de Mayo en 2009), Gustavo Postiglione regresa al circuito comercial con la transposición de su propia obra teatral Brisas heladas. Una enfermiza relación entre dos hermanos, Mabel (María Celia Ferrero) y Bruno (Juan Nemirovsky); un mafioso llamado Antonio (Norman Briski) y su atractiva esposa Carmen (la mítica Elli Medeiros); un bolso que pasa de mano en mano y es el McGuffin del relato; y un fiscal (Gastón Pauls) que sigue el caso en el presente (la película es un largo flashback) son los personajes, elementos y conflictos que conforman esta mixtura entre el policial negro y el drama familiar.
Para quienes esperen -teniendo en cuenta su origen- una propuesta estática y teatral, Postiglione se encarga de barrer con esas presunciones casi desde el principio con un largo plano secuencia ambientado en un gimnasio de boxeo en el que dos matones se la pasan caminando y charlando sobre... los planos secuencia (la teoría que maneja uno de ellos es que es la manera en que los directores les demuestran a los críticos de cine su destreza formal). Ese ejercicio estilístico, irónico y autorreferencial (muy tarantiniano, por cierto) se quiebra cuando ambos son acribillados dentro de un auto por Carmen y Bruno (empleado de Antonio), quienes además son amantes.
Lo que sigue es una sucesión de amenazas, robos, seducciones y traiciones cruzadas en un thriller con unos cuantos momentos atractivos, pero que por momentos no avanza con la elegancia, tensión y fluidez necesarias.
Más allá de sus desniveles (de algunas escenas muy inspiradas se pasa a otras resueltas con ciertas torpezas y sobreactuaciones), el director de la trilogía compuesta por El asadito, El cumple y La peli construye un ejercicio de género vistoso y con no pocos hallazgos con una Rosario de fondo que bien podría ser Chicago o Manhattan.