Sin ser una maravilla, la cinta cumple con su cometido entretener. El guion, nada original vuelve a ahondar en la corrupción del poder, un tema remanido que parece seguir dando tela para cortar. La trama laberíntica, sin mucha contundencia dramática, resulta liviana y por momento poco verosímil. Mark Wahlberg cumple en su papel de Billy y logra un buen contrapunto con Russell Crowe en la piel de un alcalde maquiavélico y manipulador. Difícil que un filme tan elemental pase a la historia. Tiene un claro destino de DVD o tardes de cable.