Corrupción se escribe con sangre
Mark Wahlberg y Russell Crowe protagonizan este thriller en altas esferas del poder.
Bien dicen que favor con favor se paga, pero que una mano lava a la otra es lo más parecido a lo que plantea, en sus comienzos, Broken City, filme que dirige en solitario Allen Hughes -con su hermano gemelo realizó Desde el infierno y El libro de los secretos-.
En efecto, la película abre una noche con el policía Billy Taggart (Mark Wahlberg) con el arma casi humeante. Acaba de dispararla contra un acusado de haber violado a una menor. Pero en el juicio posterior que le realizan, no encuentran pruebas de que Taggart haya asesinado a sangre fría al violador, y queda libre. Lo recibe (“para mí es un héroe”) el alcalde de Nueva York, en su despacho. Parece que un testigo vio que le disparó estando indefenso, así que lo mejor es que se retire y olvidemos el asunto.
Taggert, que con el rostro curtido de Mark Wahlberg, ya sabemos que es capaz de volver a los tiros, pudo olvidar aquello, pero el alcalde, no. Y seis años más tarde lo llama por un asuntito que quiere que investigue, como detective privado que ahora es. El alcalde está ante nuevas elecciones, quiere la reelección, pero sospecha que su mujer está teniendo un affaire. No quiere que esa información llegue al publicista de campaña de su contrincante político. Así que quiere discreción y saber quién se acuesta con su esposa.
Tal vez si estos dos personajes no tuvieran el rostro de Russell Crowe y Catherine Zeta-Jones, Broken City -por ciudad podrida, más que rota- no tendría la potencia que termina adquiriendo. No es que los personajes estén mal construidos, todo lo contrario, sino que las vueltas del guión van enhebrando una complejidad tras otra, y lo que uno cree al comienzo bien puede cambiar si tan sólo pestañea.
Los thrillers que involucran a políticos poderosos, gente que tiene cosas por ocultar bajo la alfombra o en el ropero y que bebe whisky sin hielo y casi desde la botella hemos visto muchos. Pero como éste, que va creciendo como una bola de nieve, no tantos.
Broken City no es apta para quienes confían en la política, y en la policía. El resto de los espectadores la pasará bárbaro, descubriendo junto a Wahlberg que la corrupción se escribe con sangre.