Una chica irlandesa (Saoirse Ronan, que es muy buena en general) emigra en los años cincuenta a los Estados Unidos. La pasa mal, después se enamora, la pasa bien y después aparece una sombra del pasado en su vida. Es decir, un melodrama bastante claro y, en cierto sentido, tradicional, que trata de concentrarse en pequeños gestos, en la observación de un mundo. Hay una descripción muy precisa del ambiente familiar y el personaje se transforma en una especie de espíritu que va tiñendo con su comportamiento todo lo que la rodea. Por eso, en cierto sentido, el giro que la trama experimenta para generar un conflicto resulta un poco artificial. Pero también es necesario entenderlo: se trata de una narración tradicional que se construye a partir de ese tipo de ganchos. No se trata de un film innovador, sino de una historia querible y emocionante, con una protagonista atractiva.