La bruja mártir
Combinar una historia de género fantástico con cine de denuncia social no es una mala idea, todo lo contrario, puede ser una buena oportunidad para visibilizar una problemática como la trata de personas mediante un relato que no descuide el entretenimiento y apunte a un público masivo. Claro que para lograr este fin la película tiene que ser efectiva en los recursos utilizados tanto para un registro como para el otro, cuestión que no siempre sucede en Bruja (2019).
La película de Marcelo Paez Cubells (Omisión, Baires) cuenta la historia de una bruja llamada Selena (Erica Rivas) que vive con su hija adolescente en un pueblo del interior. No se trata de la bruja mala de los cuentos de hadas sino que está en la vereda de enfrente de aquella: estamos ante una bruja que sufre por los pecados de su comunidad que se comporta como augura el refrán “pueblo chico, infierno grande”. Selena es víctima del bulling por parte de los vecinos de su pueblo, por tratarse de una mujer marginada socialmente por tener poderes. Ser bruja es ser parte de una minoría para el film.
Pero la tolerancia hacia ella se complica cuando su hija adolescente es secuestrada junto a otras chicas por una red de trata que comanda la madama Marisa (Leticia Brédice) y su hijo (Juan Grandinetti). Junto al padre de otra de las chicas desaparecidas (Pablo Rago) inician la búsqueda desesperada que los lleva a encontrar -y confrontar- con políticos involucrados (el intendente del pueblo) y a las fuerzas de seguridad (el comisario que interpreta Fabián Arenillas).
Bruja combina así el drama cotidiano de una mujer condenada al padecimiento que recurrirá a su magia para recuperar a las chicas. Pero como decíamos, la película falla en ambos casos: En cuanto al género no queda claro cuáles son los poderes de la bruja y cuáles no (cambiar de numeración billetes, tener visiones, poseer otros cuerpos, prender fuego) que por cierto denotan unos efectos especiales bastantes precarios. Mientras que en el drama social, la historia cae sobre varios clichés acerca de la problemática abordada. El político arrogante, la policía que se comporta como matones, la madame adoctrinando a sus esclavas; cuestiones que lejos de generar empatía con la protagonista, subrayan su sufrimiento.
Ante la ausencia de metáforas con el tema de explotación sexual (una forma habitual de la fábula para representar la realidad) aparece la alegoría de la bruja cuán mártir de un pueblo de pecadores que, lejos de ayudarla, elige darle la espalda. Ella sufre en carne propia -de manera literal- las malas acciones de su comunidad, desde las mencionadas hasta el atosigamiento de sus vecinos por ser diferente. Una mirada mucho más interesante que, parafraseando a Batman: el caballero de la noche (The Dark Knight, 2008), diría algo así como “no tenemos la bruja que queremos sino la que nos merecemos como sociedad”.