El cine fantástico en la Argentina está explorando sus propios mecanismos y a la vez conociendo sus limitaciones. Bruja, la película dirigida por Marcelo Páez-Cubells (Omisión, Baires) ofrece un comienzo prometedor al intentar enhebrar el plano esotérico, el thriller y el terror.
“Ese es nuestro poder y nuestra maldición”, asegura la bruja madre (Rita Cortese) a su hija en este relato ambientado en un pueblo donde la tranquilidad está a punto de terminarse. La acción pasa al presente y Selena (Erica Rivas), madre soltera y hechicera del pueblo, no es vista con buenos ojos por los vecinos. Ella vive con su hija Belén (Miranda De la Serna) en una chacra, se mueve en bicicleta y cultiva sus propias verduras. Es un personaje anacrónico, alejado de la tecnología, entre amuletos de protección y magia negra.
Selena no usa sus poderes (excepto que la situación económica la apremie), pero su furia se desata cuando Belén es secuestrada junto a un grupo de compañeras por una red de prostitución.
Bruja tiene buenas intenciones para inquietar al espectador y pudo funcionar como una evocación de los filmes de brujería de décadas pasadas, pero no logra mantener la atmósfera inquietante del inicio. Su correcta factura técnica se ve empañada por fondos artificiales recortados con “chromas” y efectos visuales que desvían la atención. Un infierno grande se enciende en un pueblo chico donde los padres discuten, investigan e intentan recuperar a los suyos mientras los villanos reciben la “maldición” de la hechicera.
La trama, que remite al encierro de Hostel y se adivina a priori, suma de forma esporádica a un padre (Pablo Rago) en una búsqueda implacable por descubrir la verdad. Por su parte, el personaje de Leticia Bredice tiene un registro caricaturesco que la aleja de la peligrosidad y no logra ser lo suficientemente amenazante como para formar parte de una organización de trata de personas. Los antagonistas son menos peligrosos que la protagonista enloquecida en esta historia que involucra además a la policía y al intendente mientras las incautas adolescentes están en cautiverio.
Erica Rivas entrega fuego mágico y locura a su antiheroína en esta propuesta que se queda a mitad de camino entre su relectura feminista y el terror.