Cerebros alocados
Lo alocado del título domina el universo de esta apuesta del realizador Pablo Parés al cine fantástico para toda la familia. En Bruno Motoneta el juego surge de antemano en una dimensión donde lo imaginario se desata con la mezcla de géneros en una trama protagonizada por un joven que vive del delivery del negocio de sus tíos, una tienda de objetos extraños en la que abundan pedazos de cuerpos, entre otras bizarreadas.
El detonante se produce en un accidentado suceso donde su tía (Mirta Busnelli) literalmente pierde la cabeza y es revivida gracias a una extraña fórmula científica que se aplica a cuenta gotas. En el camino, para que esta cabeza parlante recupere su cuerpo, la aventura se presenta por partida doble: comedores de carne humana (Esteban Prol, Candelaria Molfese) se mezclan entre la gente y un científico loco (Fabio Alberti) detenta su sueño “Frankesteinano”.
Bruno Motoneta consigue lo que se propone: entretener y divertir a grandes y chicos, sin distinción, porque si bien algunos guiños cinéfilos son reconocibles por aquellos que comparten una generación con Pablo Parés nunca deja de estar presente el poder de la ingenuidad para plantear mundos descerebrados o desopilantes.
La dupla teenager (acompaña a Candelaria Facundo Gambandé como Bruno), proveniente de la exitosa tira de Disney Violetta, tampoco desentona, aunque los actores secundarios encabezados por la genial Mirta Busnelli hacen su trabajo mucho más fácil.
Fabio Alberti, aquel representante melancólico de lo que fuera la galaxia Cha cha cha, aporta todo su talento en la composición de su personaje, maneja diferentes estilos de humor propuestos desde el guión con capas meta linguísticas, que por momentos recuerdan a las inolvidables joyas creadas por Alfredo Casero y elenco en su ciclo televisivo del canal 2.
Una propuesta que asume su condición de independencia en la historia y los referentes necesarios para transitar el cine clase B con respeto y hacer de ese viaje la aventura de recuperar el niño interior, un film que no deja otra sensación que la de una misión cumplida y eso no es poco tratándose de grandes niños y niños grandes.