Buena luz, buen aire es un documental que conecta dos ciudades, dos épocas y dos historias de violaciones de derechos humanos. La comparación es tan forzada cómo cualquier otra y la conexión que ve el director está más conectada con la lucha por la verdad y la memoria de un grupo de madres. Las madres de Gwangju siguen luchando para preservar las evidencias y demandando que se revele la verdad. Las madres de Buenos Aires continúan su marcha en silencio en la Plaza de Mayo por sus hijos desaparecidos. No explica la película si las Madres coreanas vendieron su nombre a gobiernos populistas posteriores, aunque seguramente no lo hicieron. El realizador Im Heung-Soon no tiene idea alguna de la clase de hipócritas que entrevista, así como tampoco podemos nosotros saber si él es honesto. Un argentino descubrirá la forma sutilmente canalla con la que algunos de los entrevistados tocan la información para alterarla y adaptarla al relato actual. Este documental es un recordatorio de cómo aun una causa justa y universal como lo es la defensa de los derechos humanos puede caer en las trampas de los falsos testimonios. ¿Acaso no alcanza con la descripción de los crímenes para realizar una denuncia y luchar por la memoria? El director coreano tal vez crea que sí, pero en el contexto argentino hoy es difícil hacerlo de esa manera.