El placer sexual más allá de los mandatos
Nancy (Emma Thompson) es viuda y jubilada. Durante décadas fue profesora de estudios religiosos y fue parte de un matrimonio con una vida sexual totalmente rutinaria y frustrante, tanto que, a sus 63 años, nunca ha experimentado un orgasmo (“ni sola ni acompañada”, como ella misma aclara). Nancy ahora está nerviosa, esperando en una habitación de hotel. Y el que toca a la puerta es Leo Grande (Daryl McCormack), un joven irlandés muy seductor y seguro de sí mismo. Después de mucho pensarlo (meses, años), Nancy decidió contratar a un trabajador sexual para tratar de descubrir, por fin, de qué se trata el placer y el sexo. Ese es el punto de partida de “Buena suerte Leo Grande”, el cuarto largometraje de la directora australiana Sophie Hyde (“52 Tuesdays”, “Animals”), que pasó con éxito por los festivales de Sundance, Berlín y Tribeca.
Durante sus 97 minutos, la película transcurre casi exclusivamente en una habitación de hotel, donde los protagonistas se encuentran. En principio Nancy se presenta como una mujer inteligente, culta y locuaz (tal vez demasiado), pero de a poco irá revelando una serie de frustraciones y prejuicios que mantienen su cuerpo inhibido, como bloqueado. Leo es amable, curioso y comprensivo (tal vez demasiado), y ni siquiera las diferencias generacionales impiden que realice a la perfección su trabajo.
“Buena suerte Leo Grande” es una película de actuaciones, y se sostiene porque Emma Thompson es sencillamente brillante y cada día parece actuar mejor, y porque Daryl McCormack (conocido por “Peaky Blinders”) no desentona ante la clase de actuación de ella. Pero claro, no sólo de interpretaciones se hacen las películas, y en ese sentido hay que decir que el guión por momentos falla con algunos diálogos artificiales o una subtrama (el trasfondo familiar de él) que se siente algo forzada.
Sin embargo, estos traspiés no alcanzan a empañar la potencia con que esta pequeña comedia dramática explora algunos temas espinosos y largamente ignorados por el cine como el derecho al goce sexual en la vejez y la reconciliación con el cuerpo en esa etapa de la vida. Porque en definitiva de eso se trata esta película: de las inhibiciones, de lo no dicho y de los mandatos familiares y sociales de épocas pasadas que todavía pesan mucho en este presente supuestamente “deconstruido”. El camino al placer _y a poder mirarse desnudo o desnuda frente al espejo_ a veces es más difícil de transitar de lo que parece.